Sin la complacencia que mostró hace cuatro temporadas, cuando asumió con aplausos la superioridad del Barcelona liderado entonces por Ronaldinho, el Santiago Bernabéu se resignó a la evidencia, a la marcada superioridad de su gran adversario.

La cuantía de la apuesta frenó un reconocimiento más evidente. No hubo palmas. Ni llamativas muecas de admiración. Pero el seguidor blanco, que había aguardado a esta trigésima cuarta sesión del torneo para confiar en sus opciones, asumió la condena. Un año en blanco.

Desde aquel 19 de noviembre de 2005 nada tan evidente había pasado por Chamartín en la Liga. Entonces, el recinto blanco se convirtió en una especie de fortín. Donde cada punto era seguro. De hecho, las posteriores visitas azulgrana fueron saldadas con triunfos evidentes. Con Fabio Capello y Bernd Schuster en el banquillo.

La visita del Barcelona fue el pasillo de la despedida. El homenaje que hace un año ejecutó el cuadro barcelonés a su adversario, una semana después de haber amarrado matemáticamente la Liga, fue el pasadizo del adiós en esta vez.

Estilo triunfador

El Real Madrid se dejó todas las opciones en su propio terreno, de donde el Barcelona salió virtualmente campeón. Reforzado por su propio estilo. Al que no llega, ni de lejos, los números que había presentado el bloque de Juande Ramos.

La intachable trayectoria desde su irrupción al banquillo madridista fue despedazada por el talante de su rival. No hubo argumentos. Entre un grupo trabajado y otro cosido con retales. Que ha transitado a golpe de impulsos. De fe y amparado en la providencia.

El aliento desapareció tras el descanso. Cuando la distancia era evidente y el aspecto, sobre todo, insalvable. El Bernabéu recobró el espíritu de forma efímera, cuando Sergio Ramos estrechó las diferencias. Suspiró por milagros recientes. Pero fue un espejismo.

Para ese momento el seguidor ya había justificado su reprobación. Los aplausos que hace cuatro años acompañaron la salida de Ronaldinho del campo fueron sustituidos por protestas a Sergio Ramos. El Bernabéu pitó al zaguero blanco. Y solo se inmutó cuando los representantes de la afición azulgrana recordó que su equipo será campeón. A falta de un cuarto de hora las gradas se fueron despoblando, cuando Messi marcó el quinto.

El premio se lo llevó Andrés Iniesta. El público dejó atrás su indiferencia para aplaudir al manchego mientras se alejaba de las gradas que ya habían asumido, con resignación, la evidente superioridad del Barça.

Celebraciones

Mientras, centenares de personas celebraban anoche el 2-6 en la Rambla de Barcelona, junto a la fuente de Canaletas, punto tradicional de encuentro de los culés en las grandes ocasiones, con cánticos como "Eo, eo, eo, esto es un chorreo".

Desde que el árbitro pitó el final del partido, ya muchos aficionados se desplazaron hasta este punto emblemático de la capital catalana para celebrar la victoria de su equipo, de la misma manera que muchos otros circulaban con sus coches por las calles haciendo sonar sus bocinas.

Junto a la fuente de Canaletas, el cántico más coreado es el "Força Barça" y "Visca el Barça". Muchos de los barcelonistas, de todas las edades, llevaban banderas azulgranas, mientras que también ha habido alguno que ha aprovechado para quemar símbolos del Madrid. En Madrid, su ayuntamiento decidió vallar la estatua Cibeles, punto de reunión de los festejos madridistas, pero resultó una precaución inútil a la vista del 2-6.