El corredor es veterano. Ha vivido los dos ciclismos, el de antes y el de ahora. Ha compartido pelotón con las bestias del laboratorio del pasado. Y en esta Vuelta se alegra y sonríe al contemplar las nuevas generaciones; los que se cortan, los que sufren, los que tienen pájaras, los que se lo piensan dos veces antes de atacar.

Lleva días indignado. "Entrenas y entrenas, te matas a rodar en bici y luego compruebas y ves cosas extrañas. Hay algunos que no cambian". Y esta viendo alguna cosa extraña en esta Vuelta. Situaciones de carrera que no concuerdan con la realidad. Y cuenta una historia real, verídica, aunque todavía es pronto para poner nombre y apellido a los protagonistas de la misma.

Un director deportivo, máximo responsable de uno de los 22 equipos que concurren a la Vuelta, fue alertado por el médico de su escuadra durante las etapas que se disputaron en Holanda. Los resultados análiticos y las pruebas que había efectuado a sus corredores no le conconcordaban. Asustado, avisó a su superior. "Y en vez de hacerle caso, lo envió para casa. No hay derecho. Todavía queda algún corredor que solo duerme en casa el día que sospecha que tendrá un control sorpresa".

Algunas nubes negras del pasado todavía sueltan la tormenta sobre el pelotón. Afortunadamente la vista aún se alegra con soberbios ataques como el que efectuó ayer el joven holandés de 23 años Lars Boom, un fenómeno que va para figura mundial y que triunfó en Córdoba en solitario, tras culminar una fuga estilo Pereiro, que sacó 25 minutos al pelotón. Ganó 29 puestos en la general (del 65º al 36º).

Y, por detrás, se vio un aperitivo de lo que se verá esta semana. Samuel Sánchez pasó al ataque.