En los grandes premios sin mucha historia, y el de Malasia entra en esa categoría; en las carreras en seco --al final la lluvia no apareció--, cuando se registran pocos abandonos --esta vez finalizaron 17 coches--, ganan los más fuertes, los campeones, Ferrari y Kimi Raikkonen, y sufren hasta la extenuación quienes pelean en mitad del pelotón.

Venció Iceman , con la autoridad del mejor piloto sobre el mejor coche, el Ferrari; abandonó Felipe Massa, fruto del nerviosismo que alimenta su inconstancia; y Robert Kubica atrapó un segundo puesto con el BMW que delata el mal fin de semana de McLaren. Más atrás, peleando por entrar en los puntos, Fernando Alonso luchó contra los límites que le impone un coche cuyo potencial ofrece, en el mejor de los casos, la posibilidad de acabar octavo, o pescar algún punto más si se produce el caos de Melbourne. No más.

El Gran Premio de Malasia deja pocas imágenes para el recuerdo, quizá solo una, la de observar a tres coches perfectamente alienados, rueda con rueda, luchando por una posición en la ancha pista de Sepang. Hay que remontarse a Spa del 2000 para recordar algo parecido, cuando Michael Schumacher, Mika Hakkinen y Ricardo Zonta se alinearon en paralelo al llegar a Les Combes, pero el brasileño era un doblado. Esta vez, los tres peleaban por la posición. Alonso intentaba rebasar a David Coulthard y Nick Heidfeld se había colocado en el cogote del asturiano. Los tres llegaron alineados a la contrarrecta de Sepang. Fantástico. Heidfeld aprovechó la velocidad punta de su BMW para llegar primero a la última curva, y Alonso la sacrificó para acelerar antes que Coulthard y pasarle en la recta.

MALA SALIDA Transcurría la cuarta vuelta y Alonso perdía la novena posición frente a Heidfeld, pero la recuperaba frente a Coulthard. Sus opciones de llegar más arriba se habían esfumado en la salida. "Intenté entrar por fuera en la primera curva para frenar más tarde. Iba bien hasta que los coches que iban delante mío, Trulli y Heidfeld, se empezaron a tocar rueda con rueda. Me estaban pasando todos por el interior, quedé atrapado detrás de los dos que se estaban tocando y perdí esas dos posiciones valiosas", relató Alonso. Del séptimo puesto en la parrilla, al noveno. Y con pocas posibilidades de hacer más. Solo esperar a la lluvia, que no llegó hasta cinco horas después de la carrera.

Alonso explicó cómo se planteó la carrera y, sobre todo, la aparición de la lluvia. "Hice todas las vueltas como si fuesen de crono, cada décima contaba", relató el bicampeón asturiano. "Veía algunas nubes negras por ahí rondando y entonces me dije: voy a tirar toda la carrera, porque si estoy a cuatro segundos de ellos o a cinco, va a ser mejor que estar a 15 por si pasa algo".

NO LLOVIO Pero no pasó. No llovió. Alonso solo pudo recuperar una posición por el abandono de Massa. El brasileño fue superado por Raikkonen en el primer repostaje --el finlandés completó dos giros primorosos mientras su colega hacia su parada-- y el brasileño no asimiló que su compañero era más rápido. Cogió con violencia un bordillo en la curva seis y su Ferrari se atravesó hasta quedar varado en la grava (vuelta 30). Dos carreras, dos fallos, dos abandonos. Mal inicio, la verdad.

Robert Kubica heredó la segunda posición en su mejor carrera con BMW: rápido, consistente y sin meterse en los charcos que le han impedido lograr esa continuidad que tanto añora y en los que ayer cayó su compañero Heidfeld. Por delante, Raikkonen tiró hasta que con 20 segundos de ventaja decidió reservar su motor para la siguiente carrera. Impecable, sin un susto ni un bloqueo de ruedas. "Ha festejado este triunfo más que el título en Brasil", desveló Marc Gené. "Pude adelantar a Massa en la salida, pero decidí no arriesgar porque iba más largo en el primer stint y podría adelantarlo en el repostaje", desveló Kimi, seguro de su coche, de sí mismo, de la irregularidad de su compañero, sin que los McLaren aparecieran nunca en su retrovisor. Las flechas de plata tenían bastante con pelearse con el Toyota de Jarno Trulli o el Red Bull de Mark Webber, dos coches que parece que brillarán.