No lo pudo evitar. La última pregunta de la rueda de prensa de despedida hizo aflorar el sentimiento. Se le preguntaba al cesado Manolo Sánchez por cómo había vivido la situación su familia. El exinternacional apenas pudo contener las lágrimas y abandonó, cabizbajo, la sala de prensa. Sabía Manolo que era su final, pero también lanzaba un mensaje que iba más allá: "No es un adiós, es un hasta luego. A lo mejor el club me da otra oportunidad".

Ni un solo reproche. Ni una sola mala palabra. Todas fueron manifestaciones sentidas. Su cara lo reflejaba todo. Sus apuntes en el adiós, también. "A partir de ahora voy a ser un aficionado más. Para mí haber entrenado al Cacereño, el club de mi vida, ha sido un orgullo y siempre lo llevaré en el corazón". El técnico se lamentaba, eso sí, del infortunio. "No ha sido posible triunfar, pero el fútbol es caprichoso y mandan los resultados, que nos han castigado. Hubiera preferido seguir, pero lo acepto".

Manolo, flanqueado por Angel Marcos y José María Asenjo, los mismos que ya le presentaron hace tres meses y medio, protagonizó una rueda de prensa especialmente emotiva, en la que quiso enfatizar su "honestidad profesional. Lo he dado todo, pero no ha sido posible. Que nadie dude de mi entrega por estos colores", dijo. "Han optado por un revulsivo y lo entiendo", asumió el mejor futbolista de la historia del Cacereño.

Asenjo, mientras, abundaba: "ha sido la despedida más triste de un entrenador en la historia del club". Manolo abrazaba a Paco Mangut, seguía su senda y anunciaba que iba a descansar, con su familia, a Madrid. Se irá entre mañana y pasado, "a ver fútbol y a prepararme", dijo. Con lágrimas, sin reproches, "con hidalguía", como se ha calificado su marcha del equipo que le encumbró.