El Barcelona considera intocable a Javier Mascherano. Lo considera así porque el entrenador, Luis Enrique, no quiere ni oír hablar de la salida del jugador argentino, al que tiene como una extensión suya en el terreno de juego. Esto viene a cuento por las informaciones que aparecieron ayer acerca de los contactos que el centrocampista reconvertido en central ha mantenido con la Juventus de Turín. Se ha hablado de un principio de acuerdo con el campeón italiano por tres temporadas.

No se trata de un mero rumor preveraniego. Mascherano, a punto de cumplir 32 años, medita en estos momentos sobre su futuro. En el Barça le quedan dos años aún de contrato, pero alberga dudas.

Sabe de la llegada de uno o dos centrales para reforzar la plantilla azulgrana y, pese a haber sido uno de los futbolistas más utilizados por Luis Enrique en la campaña recién finalizada, Mascherano no ve claro su rol en el equipo. Contrariamente a la imagen de seguridad que transmite, el argentino se siente en ocasiones en condiciones de inferioridad, duda de sí mismo, cuestiona sus propias posibilidades, aunque luego la realidad convierta en infundadas tanta tortura interna.

La otra causa de plantearse una mudanza está relacionada con sus problemas fiscales. En enero pasado, aceptó una pena de 12 meses de prisión por un delito fiscal, una condena que no debe cumplir por la ausencia de antecedentes, pero que preocupa al jugador y a su entorno ante la hipotética aparición de cualquier otro desliz.