El futuro ya tiene un nombre. Por fin, la luz de la esperanza se abrió ayer de forma majestuosa en la mejor de las cumbres alpinas y en el más grande de los escenarios. Iban Mayo, con sólo 25 años, consiguió ayer en Alpe d´Huez una victoria histórica en el Tour del centenario e hizo ondear la ikurriña en el impresionante marco ciclista de los Alpes.

No fue sólo un triunfo de etapa. Fue algo impresionante, algo sólo digno de los mejores escaladores, al más puro estilo del Marco Pantani más intocable. Este chaval vizcaíno, líder de la siempre combativa pero a la vez modesta formación del Euskaltel, los chicos vascos, los muchachos que han querido estar al margen de la polémica del euskera y Batasuna, se permitió el lujo de atacar a Lance Armstrong. Y lo que es mejor, privarle del baño de masas que el estadounidense quería darse en Alpe d´Huez.

NO ES INVENCIBLE

El tejano se vistió de amarillo. Ya manda. Pero no fue aquel corredor intratable de tiempos pasados. Tal vez gane el Tour, el quinto Tour... Pero la victoria le costará mucho más que en años anteriores. Posiblemente Mayo, y también Beloki, tengan la culpa.

La ascensión que Mayo realizó ayer a Alpe d´Huez fue un auténtico prodigio. Atacó a siete kilómetros de la cumbre. Fue un demarraje a la vez violento e inteligente. Declaró Armstrong al término de la etapa, vestido ya de amarillo, que no quiso neutralizar a Mayo porque no le preocupaba para la general. Habrá que creerle. Pero a pesar de sus palabras siempre quedará la duda de si realmente pudo aplacar el coraje del vizcaíno. Si no llega a ser por el trabajo en común de todo el US Postal, Mayo sería hoy el líder. "Ahora quiero ir paso a paso para estar con los mejores y no pensar en nada", dijo después.

Pero hay otro dato que anotar. El mejor, sin duda, el que abre esa puerta a la esperanza y el que permite colocar a Mayo la etiqueta de verdadero futuro ciclista. Mayo, en junio, sacó los colores, sí los colores, a Armstrong en el Dauphiné Libéré, sobre todo en el Galibier, cumbre por la que ayer transitó el Tour de forma totalmente anónima. Y así fue porque, de nuevo, el poderío del US Postal acobardó a todos. Todo el mundo prefirió llegar en armonía al pie de Alpe d´Huez, porque estaba escrito, como si fuera la crónica de un ataque anunciado, que Armstrong iba a intentar poner el Tour patas arriba en la primera de 21 curvas.

Allí fue donde por primera vez y en cinco años cambió el guión de la ronda francesa. Le tocó al Triqui Beltrán, el más novato del US Postal pese a su experiencia, servir de liebre del tejano. Armstrong le ordenó al ciclista jienense que acelerara el ritmo, pero el esprint de Beltrán fue tan violento que el propio estadounidense se desfondó y ya no pudo recuperar el pedaleo que le habría gustado. Y fue un panorama distinto porque al margen de la sensacional victoria de Mayo, Armstrong no pudo irse en solitario. Y en este panorama, Mayo realizó siete kilómetros de gloria, 7.000 metros de ascensión para dejar de ser una promesa y convertirse en una realidad.