ESPAÑA (25+18+24+27): Calderón (19), Navarro (17), Jiménez (3), Gasol (29), Garbajosa (12) -cinco inicial-, De la Fuente (2), Reyes (2), Fernández (6), Dueñas (2) y Comas (2).

ESTADOS UNIDOS (25+19+30+28): Iverson (16), Marbury (31), Jefferson (6), Odom (11), Duncan (9) -cinco inicial-, Boozer (12), Marion (8), Wade (4), James (-), Anthony (3) y Stoudemire (2).

ARBITROS: Aylen (AUS) y Reyes Ronfini (MEX). Excluyeron por personales a Odom (m.35) y Jiménez (m.40).

INCIDENCIAS: España se vio siempre apoyada por el público.

La película había sido tan hermosa que el final resultó insoportable. El guionista dio un giro sorprendente a los acontecimientos, y España se quedó a las puertas del Olimpo. Hizo más méritos que nadie para luchar por una medalla, pero el sueño se truncó con una dolorosa derrota ante EEUU (94-102) en los cuartos de final.

Es duro ganar todos los partidos de la primera fase y verte condenado a quedar con la peor pareja de baile cuando empieza la fiesta de graduación, en la que se van a repartir las medallas. Porque ayer el equipo de EEUU sí hizo honor a la mejor Liga del mundo. Aun así, la selección se mantuvo en el cuerpo a cuerpo, siempre con cierta sensación de que el camino del éxito era como escalar el Everest sin oxígeno, pero también agarrada a la entereza y orgullo de un grupo de jugadores optimistas.

España se marchó de la pista deshonrada, y con razón, porque es cierto que los estadounidenses fueron superiores a un bravo rival, pero el partido estuvo trufado de situaciones anómalas que sacaron de quicio a los jugadores de Pesquera.

El técnico dio en el clavo cuando en el intenso monólogo de su rueda de prensa dijo que se había jugado con reglas de la NBA un partido bajo la jurisprudencia de la FIBA. Esas normas permiten unos contactos y, sobre todo, el uso de las manos para marcar a los rivales, una práctica abolida en Europa hace tiempo. Por no hablar de los paseos que se da Iverson con el balón antes de botarlo. Un árbitro mexicano y otro australiano no eran los más indicados para dictar sentencia. Siempre estuvieron al lado del poderoso.

A los jugadores de la NBA les resulta cada día más difícil imponer el talento ante los europeos, y terminan triunfando por agotamiento. Así debía sentirse Pau Gasol en el último cuarto, cuando exhausto ya no deslumbraba como en la primera parte. Esos 20 minutos del pívot de los Grizzlies (18 puntos y 6 rebotes) fueron una bofetada tras otra para sus rivales, como una proclama reivindicativa de que ya hace tiempo que no se arruga ante nadie. Ni ante el mismo Tim Duncan. No descansó ni un segundo y acabó diluido ante el acoso feroz al que se vio sometido.

Si España ayer pecó de algo fue de pensar que iba a enfrentarse al equipo humillado por Puerto Rico y Lituania. Los jugadores de Larry Brown eran los peores del torneo desde la línea de tres puntos, con unos porcentajes de escopeta de feria. No tardó Pesquera en plantar una zona confiado en que esa mala puntería iba a mantenerse. Error de previsión. Hasta 12 triples anotaron los estadounidenses, con una reseñable efectividad (55%). La mitad de ellos salieron de la mano caliente de Stephon Marbury. El base de los Knicks, muy suelto, tuvo uno de aquellos partidos en los que enchufa una canasta tras otra. El fue el mejor exponente del cambio de imagen de EEUU, porque hasta ayer había pasado por Atenas como una sombra.

LA VIA EMOCIONAL Al equipo de Pesquera le quedó el consuelo de que su rival debió estar siempre muy atento. España, con un grandísimo extremeño como Calderón en la dirección, se rehizo varias veces de los arreones de Marbury, Iverson y Boozer, y puso un 78-82 con menos de cinco minutos por delante.

Pero buscó de la mano de un Navarro muy impulsivo una remontada épica, más que meditada, mientras el rival proseguía su labor de desgaste. Por aquí, un triple de Marbury, por allá, un rebote y canasta de Boozer, y por acá tres pulpos agobiando a Gasol y al que se acercara. Tampoco hicieron de abrelatas los triples, quizá la mayor laguna del equipo en el campeonato.

España se había despertado de su sueño y Larry Brown quiso que acabara en pesadilla con un tiempo muerto, innecesario por lo que quedaba (24 segundos) y el marcador (90-101), que provocó un sainete final. Pesquera no se cortó un pelo y se marchó sin saludar a su colega y cantándole las cuarenta. Y hoy, a las nueve, partido por el séptimo y octavo puesto. Una injusticia.