La escudería McLaren culminó ayer una temporada colmada de despropósitos que le han llevado a perder dos Mundiales: el de constructores por jugar sucio y el de pilotos por la incapacidad de trabajar en equipo. Las críticas ahora lloverán sobre Ron Dennis, que hasta ahora había sobrevivido a ellas gracias a tener a sus dos pilotos en la cabeza de la clasificación del Mundial. Al final, el título se lo ha llevado otro y el ridículo es uno de los mayores de la historia del deporte.

Dos varas de medir

Si algo ha sacado de sus casillas a la afición española a lo largo de esta temporada ha sido el doble rasero con el que se ha medido a Hamilton y Alonso. Y no solo en McLaren, sino en la propia FIA. El plafón que cayó sobre el coche de Alonso en Bahréin fue premonitorio. Ron Dennis impuso las estrategias de carrera al asturiano, como si fuera un principiante, y las vueltas extra en las calificaciones siempre eran para Lewis.

En Mónaco, la prensa inglesa logró que la FIA investigara la victoria de Alonso aduciendo que el equipo ordenó frenar a Lewis. En Hungría, papá Hamilton logró que retrasaran 10 puestos al bicampeón en la parrilla por una maniobra en el pit lane que no prohíbe el reglamento, mientras que Hamilton se fue de rositas cuando una grúa le devolvió al asfalto tras una salida de pista, algo que sí está vetado, como sus maniobras detrás del safety car en Japón. Por no hablar del pobre rendimiento del coche de Alonso en las últimas citas.

Copistería escandalosa

Jamás unas fotocopias valieron tanto. En concreto, 72 millones de euros y perder todos los puntos en la clasificación por equipos, la multa que le impuso la FIA por el caso de espionaje. En él había dos tramposos, uno de McLaren (Mike Coughlan) y otro de Ferrari (Nigel Stepney), pero la escudería inglesa gestionó tan mal la crisis que acabó más roja que los monos de su rival. Dennis acusó a Alonso de amenazarle con mostrar unos e-mails comprometidos a la FIA; luego se demostró que no era cierto, pero le siguieron considerando un traidor por colaborar con la federación, pese a que esta reconoció que la actitud de Alonso libró a su equipo de una sanción mayor. El divorcio era ya definitivo.

El novato, nervioso

Pedro de la Rosa parecía el hombre indicado para acompañar a Alonso en su primera temporada en McLaren y preparar juntos un coche ganador. Al final --si es que alguna vez hubo debate--, Dennis eligió a Hamilton. Los nueve podios consecutivos del inglés en el inicio de temporada y, sobre todo, su primera victoria, en Canadá, parecían dar la razón a Dennis, al que poco importaba si este corría con los reglajes copiados a los del asturiano.

Pero, al final, al niño prodigio se le ha ido el juego de las manos. En China, con el Mundial ganado, Hamilton quiso pelear la victoria con Raikkonen y se enzarzó con el doblado Trulli. Acabó entrando a boxes con las gomas destrozadas y encallando en la grava. Un error imperdonable hasta para un novato. Ayer, en Brasil, la presión le pudo en la salida --le adelantó Alonso pese a haber arrancado fatal-- y después no supo sobreponerse a los problemas mecánicos. Demasiado para un principiante.