Fue una oda al fútbol. Otra más. Y Guardiola, pudiendo hacerlo, pudiendo dejarse llevar por el festival vivido y protagonizado por los suyos, amplió su campo de visión. Su equipo, maravilloso, su Barça, modelo y referencia, no se ha construido en un día. Ni en los dos años y medio en que él está al frente de la nave. Mourinho dice que el Barça es un proyecto acabado. Se queda corto. Es el producto de muchos años de trabajo. Puliendo detalles. Alguien lo empezó, sí, pero otros (no uno, ni dos, sino unos cuantos) lo han ido mejorando. El concepto es sencillo. Saber dónde estás, qué representas y qué quiere tu gente. ¿Cambiar por cambiar? Nunca. Si crees en una idea, un estilo, si la materia prima con la que arrancas ya es buena, sigue por ese camino. Y, si puedes, si es posible, si te dejan, mejora el producto. Siempre hay cositas que mejorar. Justo lo que está haciendo Guardiola con su gente, a pesar de no pocos cambios que le han ido introduciendo en el club.

Te pueden recordar por un día o perpetuarte en la memoria. Este es el objetivo, tras el 5-0 del lunes. No has llegado, sino que estás pisando fuerte para quedarte. En la retina de muchos. Frente al Madrid, exactamente igual que contra el Almería. El mismo fútbol, el mismo patrón, cambiando mínimos elementos. Perfecto el árbitro. Las faltas justas. Una expulsión y al final. Nada desvirtuó la victoria. Si digo que el 90% habría dado por bueno, incluso deseado, el Barça-Madrid como la final de la Champions en Wembley, igual me quedo corto. Por fútbol y trayectoria unos, por resultados y nuevo proyecto los otros, era un cara a cara de dos favoritos a todo. Y justo el día en que te ve todo el mundo --400 millones de espectadores, más que nunca-- haces lo que haces.

¿El mejor partido de la historia del Barcelona? Yo no sé si ha habido otro mejor o peor, pero visto lo visto, viniendo de donde se viene, el mejor todavía está por llegar. Este es el reto. Seguir, trabajar, pulir detalles para seguir haciendo fácil lo que puedo asegurar que es tremendamente difícil: convertir el juego de posición, la presión consensuada y con sentido, el ritmo de balón, en una obra futbolísticamente maestra. Y esto es imposible si en el campo no estás atento a todo y a todos. Si no eliges las piezas más precisas --no todos pueden jugar en este equipo-- y si no das con ese plus de compromiso/calidad en la gente formada en casa, la distorsión aparecerá al instante. Y aquí no hay punto medio. Jugando como juegas, o estás muy bien, muy fino, o parece que bajes cuatro marchas de golpe. Créete el rey del mambo y estarás muerto. Gana el próximo sábado en Pamplona y harás realmente buenos los tres puntos ante el Madrid. Por vencer al gran rival, no importa cómo, solo siguen dando tres puntos. El resto son sentimientos añadidos.

Guardiola está efectivamente atento al pasado. Por no fiarse, no se debe de fiar ni de tener la diferencia de goles a favor con los blancos. Seguro que recuerda una cosa. El era uno de los futbolistas que, tras un 5-0 al Madrid en el Camp Nou, vio cómo un año después le devolvían, nos devolvían, la moneda en el Bernabéu. Si tú estás atento al pasado, mejorarás el futuro. O al menos te pondrás manos a la obra para intentar que así sea. Eres muy bueno, sí, pero sigues cometiendo fallos. Si ahora son 20, que sean 18. Y si puedes, que sean 16.

La cuestión no es tanto de físico sino de cabeza, de concentración, de ambición. Por bien que vayan las cosas, siempre hay fallos. El fútbol es precisamente un juego de fallos donde gana el que menos comete. Un deportista nunca debe dar por culminada su progresión, ni en lo individual ni en lo colectivo. Mejorar tú y hacer mejores a los que te rodean: esta es la meta de todo deportista. Y más en un deporte de equipo.