Un aire de felicidad debió apoderarse ayer de las almas de los aficionados alemanes al ciclismo. Con casi todas las figuras surgidas en los últimos 15 años bajo el signo de la sospecha y con Andreas Klöden, el candidato de Alemania para París, circulando con más pena que gloria y con una fisura en el coxis, necesitaban un nuevo referente, algo para soñar, un corredor nuevo, distinto y crecido al margen de las sombras. Y allí, en medio de los prados alpinos y los telesillas parados, surgió la figura emergente de Linus Gerdemann.

Posiblemente solo se convierta en un líder fugaz del Tour 2007; a lo mejor, con algo más de suerte y gracias a los 3.38 minutos que le permitió tomar el pelotón de las figuras, se descubra a sí mismo y siga los pasos, sin ir más lejos, de Oscar Pereiro hace un año, o simplemente consiga resistir en la selecta lista del top ten de esta edición.

Un líder en premios

Está por ver. Ayer solo fue una etapa de montaña de cierta suavidad. Hoy habrá más dureza; el martes llega el Galibier y el próximo fin de semana empiezan unos Pirineos mucho más difíciles. Pero, al menos ayer, Gerdemann --a quien el seleccionador alemán amateur consideró en su día "incapaz de trabajar en equipo"-- conquistó todos los premios a los que tenía derecho, excepto el liderato en la montaña, aún en poder del francés Sylvain Chavanel y el maillot verde que difícilmente soltará Tom Boonen. Gerdemann ganó la etapa, se vistió de amarillo, situó al T-Mobile al frente de la clasificación de las escuadras y se ganó el derecho a colocarse también al mando de la general de los menores de 25 años. Por si fuera poco, se anotó el triunfo honorífico de corredor combativo del día.

"Yo solo soy un escalador mediano. El año que viene ya pensaré en la general. Ahora no toca", confesó Gerdemann (25 años en septiembre), que hasta ayer solo contaba con una victoria de etapa en la Vuelta a Suiza del 2005, el año de su debut profesional. Valerio Piva, uno de sus directores en el Tour, coincidió con él: "No es un gran escalador, pero cuando está muy bien de forma, como ocurre ahora, supera y ataca en las montañas sin problemas".

El alemán aseguró que es "el día más feliz" de su vida y reconoció que el ascenso al puerto de la Colombière es el más rápido que ha hecho en su carrera profesional.

"No creo que nunca haya subido tan rápido como en el último puerto", aseguró un emocionado Gerdemann, que dejó escapar algunas lágrimas tras cruzar la meta en Le Grand-Bornand.

Gerdemann fue una luz en una Alemania que ya no cree a Jan Ullrich, condenado a la retirada, y que ha sabido perdonar a Zabel, que cada día ha peleado por ganar un esprint. Por poco que haga en este Tour volverá convertido en una estrella.