Rafael Nadal acababa de ver un partido de Carlos Moyá y caminando por el paseo principal de Roland Garros le soltó a Carlos Costa: "¿Sabes por qué no he podido jugar aún aquí? Porque no me tocaba, aún no era mi momento. Cuando pueda jugar por primera vez este torneo voy a hacer cosas grandes y algún día lo ganaré". Su mánager se sonrió con incredulidad ante ese atrevimiento.

Era el año 2004 y Nadal se paseaba por aquellas instalaciones como un aficionado más. Nadie le conocía. Iba en muletas aunque aprovechó los dos días para visitar cada rincón de las instalaciones. Había sufrido una rotura por estrés en su talón izquierdo en el torneo de Estoril y por tercer año se había perdido el estreno en París, un torneo que ya parecía gafe. Por eso un año después a Carlos Costa le recorrió un escalofrío por todo el cuerpo cuando Nadal se encaramó al palco de jugadores tras ganar el título para abrazarle y decirle: "Te dije que la liaría".

Después de aquella victoria de Roland Garros en el 2005 la evolución de Nadal no ha parado y hoy poco tiene que ver aquel niño musculado, con melenas, camiseta sin hombros y pantalones piratas que mordía la Copa de Los Mosqueteros en París, con el que ayer repetía ese mordisco en la pista Arthur Ashe.

El mismo sello

Cinco años separan ese primer éxito del último y aunque la fisonomía de Nadal ha cambiado el sello de cómo ha conseguido ascender a la cumbre es el mismo de siempre. Trabajo, más trabajo, sacrificio y mucha humildad. "Hay otros sistemas para ganar, pero nosotros no sabemos hacerlo de otra manera", admite Toni Nadal cuando le preguntan por la fórmula del éxito de su sobrino. Solo así, a sus 24 años, Nadal ha conseguido lucir una montaña de éxitos que no se habría atrevido a soñar. 42 títulos, 9 Grand Slams, 3 Copa Davis, la medalla de oro olímpica y el número uno mundial con el que finalizará por segunda vez en su carrera este año.

"Nadal es el mayor fenómeno que ha creado el tenis desde hace muchos años. Y será una bendición para este deporte", aventuró el veterano John McEnroe viéndole ganar su primer Roland Garros. Su premonición se ha cumplido y ayer el legendario tenista, ahora comentarista de televisión, pudo asistir a la coronación del nuevo rey de América. Un objetivo que el campeón mallorquín tenía entre ceja y ceja este año.

Para conseguirlo, Nadal ha tenido que transformar su juego. "No puedes apoltronarte. Necesitas desgastarte menos y para eso debes ser más ofensivo, dominar el punto, mejorar el saque, el revés y la volea", le ha insistido siempre su tío Toni Nadal.

La metamorfosis empezó para conquistar Wimbledon. Nadal debía ser más agresivo, mejorar sus golpes y recuperar la frescura y valentía que tenía cuando empezó en el circuito. Y lo hizo. El primer premio fue el título de Wimbledon ganado en el 2008. "Era el sueño que había tenido desde niño", dijo. Inmediatamente después vino el éxito en los Juegos Olímpicos de Pekín, la consecución del número uno y la victoria en el Abierto de Australia. Triunfos que quedaron cortados por las lesiones que le hicieron pasar un auténtico calvario durante meses hasta volver a ganar un título, este año, en Montecarlo y encadenarlo con Roma, Madrid, Roland Garros y Wimbledon, otra vez.

Después de eso no tuvo dudas. Estaba preparado para el asalto al Abierto de Estados Unidos. Evitó cualquier signo de confianza. Los resultados en Toronto y Cincinatti le ayudaron. Pero Nadal estaba a punto. Durante dos años ha trabajado a destajo para conseguir las armas necesarias. Jugar más sobre la línea de fondo, ganar puntos extras con el saque y apoyarse en una derecha más plana, dura y decisiva, además de un revés cruzado letal.

Golpes estratosféricos

Su solidez mental es indiscutible y fundamental en su juego, pero aún Nadal ha mejorado su nivel de concentración y los problemas de tendinitis en sus rodillas parece que le atormentaron a principios de año se han esfumado con el nuevo tratamiento que empezó hace cinco meses en Vitoria. El número uno ha podido poner en práctica todo el trabajo acumulado con Toni Nadal en Manacor desde que ganó en Wimbledon. Un mes intenso, con un par de semanas de descanso para cumplir con la rehabilitación ha dado su fruto.