Seis meses lleva Ana Dillana, placentina de 33 años, preparándose para la Gaes Titan Desert by Garmin, la que muchos consideran la prueba por etapas para bicicleta más épica del mundo. Serán seis días entre la cordillera del Atlas y el desierto marroquí, seis etapas para un recorrido de 619 kilómetros y un desnivel acumulado de más de 7.500 metros. Y empieza este domingo. «Estoy deseando que llegue ya», comenta.

«No sé si soy una valiente o una inconsciente», dice entre risas y reconociendo que ha sido clave el apoyo familiar. Aficionada al deporte y a la bicicleta, nunca se había planteado participar en una prueba de este calibre hasta que una tienda especializada en ciclismo femenino de Barcelona, donde Dillana trabaja ahora para una multinacional alemana, inició un casting con el objetivo de montar un equipo para la Titan Desert. Y la placentina está entre las elegidas y entre los 600 titanes que desde del domingo y hasta el 4 de mayo afrontan está prueba que alcanza su sexta edición. Además de Ana, hay otros dos extremeños, un emeritense, Óscar González, y un oliventino, José Manuel Lavado.

Los últimos seis meses Ana se ha preparado robando horas al sueño para salir por la bicicleta por las mañanas, antes de empezar a trabajar. «Después es difícil, porque aunque tengo mucha flexibilidad en el trabajo, no siempre sé a que hora voy a salir». Empezó por su cuenta, aunque pronto, explica, sintió que necesitaba un entrenador. Pensó en Abel Fragua, placentino como ella y con mucha experiencia sobre la bici (ha competido en pruebas internacionales). «Me ha orientado en mi forma de entrenar, cuándo debo apretar, cuándo descansar, a hacer series... También hemos trabajado la alimentación, un tema delicado, pues yo tengo problemas de estómago y soy celiaca y van a ser muchas horas sobre la bicicleta y con mucho calor».

Preparación diversa

Pero en los últimos meses todo no ha sido pedalear. Eso, dice Ana, quizás ha sido lo más fácil. La Titan Desert es como el rally Dakar y en medio del desierto se puede sufrir una avería, un accidente, y hay que saber de todo un poco. «He tenido que aprender conceptos de mecánica básica, lo justo para salir del paso», reconoce ella, que se confiesa un poco ‘negada’ para esa tarea. Otro aspecto clave ha sido la orientación, aprender a manejar un GPS ‘militar’, una herramienta clave para esta prueba.

«Lo único que espero es no verme sola en el desierto», se sincera. Se ve bien preparada, pero sabe que durante el trayecto puede surgir muchos imprevistos. «Yo ya estoy deseando que llegue, sé que va a ser una aventura y solo deseo poder llegar al final, a la meta», sostiene.

El domingo, para recibir a los 600 participantes, un ‘etapón’ de 115 kilómetros con 2651 metros de desnivel positivo, «récord absoluto en todas las ediciones», cuenta. Entre la segunda y tercera, etapa maratón, «lo que significa que vamos a tener que dormir en el desierto, por nuestra cuenta, y sin mecánicos ni ayuda entre etapa y etapa». Eso supone añadir peso y volumen al equipaje diario: «mochila con agua, tres litros obligatorio, herramientas, GPS, un pequeño botiquín, comida, barras energéticas, geles, sales... En total, cuatro o cinco kilos todos los días y en la etapa maratón, comida para dos días, más herramientas por si hay algo más ‘gordo’, saco de dormir y esterilla», añade con tremenda ilusión.

Si los tres primeros días son por la cordillera del Atlas y un poquito de desierto, los tres siguientes son cien por cien por las ardientes dunas del desierto. La arena y las piedras son dos ‘enemigos’ difíciles, sabe Ana, dice ya sin miedo, aunque lo de repetir no lo tiene claro: «Primero vamos a probar».

«Al final es una aventura y yo intentaré exprimirla al máximo. Habrá malos momentos, duros, pero sé que al final me quedaré con lo bueno». Y lo bueno para ella será, reconoce, cruzar la meta situada en Maadid el 4 de mayo.