Montse Seara, esa gran mujer que comparte vida y milagros con Rafa Benítez, recordaba mientras desayunaba con un grupo selecto de amigos el pasado sábado, que en la temporada en blanco que vivió el técnico tras su salida de Almendralejo su teléfono apenas sonaba. Enumeró uno por uno los nombres de los que nunca dejaron de creer en el entrenador y llamaban a menudo y la cifra no completó ni una mano. El sábado fue recibido en olor de multitudes y hasta los personajes más insospechados se colgaron de su cuello para felicitarle, más vivo que nunca, efusivamente. Y se fue con el escudo de oro del Extremadura, con mil y una felicitaciones... Hay quien repite una y otra vez que cuando el madrileño dejó Almendralejo, él se quedó como el general Custer en Little Big Horn, sólo como la una y aferrado al banderín y al revólver, defendiéndolo. Ahora hay legiones de conversos, arrepentidos los quiere Dios.

*Periodista