La plantilla del Cacereño se dio ayer un moderado atracón. No fue de goles, como ocurrió el pasado domingo ante el Lanzarote (5-0), sino de panceta, chorizo, chuletas y pinchitos morunos. Una barbacoa bien surtida en la que solo faltó la mítica canción de Georgie Dann. Al mando de las operaciones, bien protegido por guantes, estuvo el capitán, David Rocha, al que, a juzgar por el resultado y los comentarios posteriores, se le da casi igual de bien poner balones de gol que manejar el vuelta y vuelta de la carne sobre el fuego. Fue un acto festivo, que expresó el buen rollo que siempre insuflan las victorias sobre todos los vestuarios.

Más todavía ésta por el peso que se han quitado de encima los futbolistas, a los que el primer triunfo no les ha llegado hasta la octava jornada y con un cambio de entrenador por medio. Angel Marcos, el nuevo inquilino del banquillo, era ayer de los más satisfechos por el ambiente de camaradería --y humo, mucho humo-- que se respiraba ayer a pie de césped en el Príncipe Felipe, aunque vigilaba que ninguno se pasase con la grasa.

Cambio de escenario

Antes del placer gastronómico, de los chistes y de las apelaciones a la unidad, hubo que sudar sobre una extraño para la mayor parte de los jugadores. El partido del domingo ante el Universidad de Las Palmas (13.00 hora peninsular) será sobre césped artificial, lo que ha obligado a que buena parte de los entrenamientos de esta semana se trasladen a los campos de la Federación, situados entre la barriada de Pinilla y la de La Mejostilla.

El objetivo es que el equipo se habitúe mínimamente a que el balón bote más alto y ruede más deprisa que cuando lo hace sobre hierba natural. La experiencia se repetirá hoy y mañana se viajará a Canarias.