Determinación y constancia. Intensidad y potencia. Una actitud que nada recuerda la Garbiñe Muguruza que se marchó llorando de Roland Garros. Un mes después la española parece otra jugadora y la transformación le permitirá mañana volver a jugar unas semifinales de Wimbledon después de deshacerse con facilidad de la rusa Svetlana Kuznetsova por 6-3 y 6-4.

Muguruza negaba ayer que ese cambio espectacular sea producto de un ansia de revancha, aunque en su última conferencia en París anunció enfadada tras perder el título que tenía «hambre de hierba». Lo dice convencida. «No salí en plan de venganza. Lloré porque estaba dolida por esa derrota. No hay que ser una pared y no poder expresar los sentimientos», argumentaba. «¿Garbiñe vuelve a ser Garbiñe?», le preguntaron. «No me gusta nada ese titular, nada. Soy la misma Garbiñe de siempre», recalcó e insistió que hace tiempo que está trabajando para afrontar partidos como el de Kerber el lunes, o el de Kuznetsova ayer. Se vio en la pista. Nada le afectó. Ni el retraso del partido por la lluvia ni la presión de saber que salía favorita y tenía una oportunidad única para seguir adelante en el torneo. Si ante Kerber sorprendió con un juego de ataque y muy valiente en la red, ayer se concentró en imponer un ritmo de juego muy alto y una gran defensa ante una rival muy sólida y que «obliga a trabajar los puntos», destacaba ayer. Su próxima rival será la eslovaca Magdalena Rybarikova (87 mundial).