Alemania se pone hoy en marcha. Al fin. Cuatro años después del éxito de Brasil en Japón, 32 selecciones inician una intensa carrera que concluirá el 9 de julio en Berlín y que, si sigue el camino que dicta la historia, acabará coronando a un rey conocido. En 76 años, los 17 títulos se han repartido entre 7 países, con Brasil muy por delante de todos, exhibiendo sus cinco estrellas y dispuesto a colgarse la sexta. Así que, en el fondo, muchos de los que cada cuatro años alcanzan esta cita siempre juegan el mismo papel, el de invitados a un fiesta ajena. No hay más que mirar a España, el ejemplo perfecto.Pero no todo está escrito y el paso del tiempo ha ido moldeando el torneo. Del estreno en Uruguay en 1930 apenas queda ya nada. Ni siquiera el trofeo, entonces Jules Rimet, y desde 1974, precisamente, desde Alemania, Copa FIFA.Más que un trofeo, una escultura, de casi cinco kilos de oro macizo de 18 kilates, que nadie podrá quedarse en propiedad y que hoy reaparecerá tras cuatro años de estancia en Brasil, a la espera de un nuevo destino. O de volver por donde vino.La poca fe alemanaPor primera vez, el campeón no participará en el estreno. Ese honor recaerá ahora en el anfitrión, una Alemania que se siente orgullosa cuando mira a todas partes y ve que todo parece a punto, hasta que mira al campo y repasa el equipo que ha construido Klinsmann.Entonces, arruga el morro y se siente más pequeña que algunos de sus enemigos, que ya es raro tratándose de Alemania, acostumbrada a mirar siempre por encima del hombro a cualquiera que se le ponga delante.Pero hoy parece que no tiene nada que temer y que, para empezar, tendrá la fiesta en paz. Costa Rica, goleada recientemente por Catalunya, no está para dar sorpresas y seguir el camino, por ejemplo, de Senegal hace cuatro años, cuando el primer día se cargó al campeón (Francia) y ya empezó a sellarle el billete de vuelta a casa, o el de Camerún de Roger Milla en Italia 90, cuando se dio a conocer dándole un revolcón a la Argentina de Maradona. Costa Rica ya tiene suficiente gloria con participar en el estreno.Quien no estará será el icono alemán, Michael Ballack, que inicia el Mundial tal como lo acabó. Fuera de juego. Se perdió la final de Japón por una sanción, y una lesión le ha dejado fuera de la inauguración y le ha colocado dentro de una espiral de críticas.Al hombre que acaba de dejar atrás al Bayern para subirse al carro de oro del Chelsea se le echa en cara que, pese a sentir molestias tras el amistoso ante Colombia, no abriera el pico y se marchara de fin de semana con su familia. Ayer, ante la creciente bola de insinuaciones, la federación alemana tuvo que salir al paso con un comunicado del jugador. "Rechazo todos los comentarios de que no me comporté profesionalmente. Decir esto es un descaro".Joya arquitectónicaAlemania no se siente demasiado feliz con los suyos, empezando por el seleccionador, Jurgen Klinsmann, que vive en California nada menos. Pero, de momento, tiene otras compensaciones. Por ejemplo, mostrarle al mundo una de sus grandes joyas, el excepcional escenario que ha elegido para el estreno: el Allianz Arena.Una interpretación futurista del concepto tradicional de estadio, que ofrece una imagen espectacular de noche, cuando su fachada, compuesta por 2.874 láminas, se ilumina de diferentes colores. Diseñado por los arquitectos suizos Herzog y Meuron, con una inversión de 280 millones de euros, compartida por los dos clubs que lo utilizan --Bayern de Múnich y 1860 Munich--, y una capacidad de 66.000 espectadores, el Allianz Arena se ha convertido en un símbolo de una nueva generación de estadios, muy alejado de los viejos modelos, entre ellos, los campos de la Liga española.Antes de que el balón eche a rodar y que se empiece a mitigar tanta ansiedad acumulada, el Mundial se dará un pequeño paseo por su propia historia, con el desfile de una amplia representación de los futbolistas --se habla de 158-- que han conquistado este trofeo. Habrá dominio brasileño, claro. No podía ser de otra manera, pero el más veterano de todos será un uruguayo de 79 años, Edgardo Ghiggia, a quien Brasil no ha olvidado ni olvidará jamás, el tercer hombre que dejó en silencio a 200.000 personas en Maracaná después del Papa y Frank Sinatra.Fue el autor del 2-1 en la final del 50, el responsable del Maracanazo, uno de los días más tristes de la historia de Brasil. "Igual que hubo un maracanazo puede haber un berlinazo", dijo ayer. El berlinazo, para él, sería que alguien destronara a Brasil. Pero hay otros. Que España deje de ser el invitado que nunca incordia. Eso también sería un berlinazo.