Aunque suele ser habitual hablar bien de una persona fallecida, en el caso de sir Bobby Robson esa realidad alcanzó ayer su máximo valor. Pocos personajes han sido tan queridos y respetados como el extécnico del Barça, un verdadero caballero que falleció a los 76 años después de una dura batalla contra el cáncer. El gentleman del fútbol británico llevaba luchando desde 1991 contra la enfermedad que ayer se lo llevó para siempre. Su muerte causó una tremenda conmoción y una ola de elogios hacia una figura irrepetible.

Robson falleció acompañado de su familia en su casa de County Durham. Desgastado por el tumor cerebral, ya presagiaba su final en el diario The Sun el 6 de agosto del 2008. "No he mejorado tras el último ciclo de quimioterapia. Siento que me estoy muriendo". Cinco veces le diagnosticaron cáncer desde 1991 y nunca bajó los brazos. El domingo pasado, incluso, se le vio en el campo del Newcastle, donde disfrutó en su silla de ruedas del Inglaterra-Alemania.

Su carácter afable y bondadoso, unido a su peculiar sentido del humor, le convirtieron en un hombre muy apreciado por los jugadores y dirigentes. En el Barça tomó el relevo del dream team de Johan Cruyff en la temporada 1996-97, el año de la explosión del brasileño Ronaldo. Acompañado por José Mourinho, conquistó la Copa, la Supercopa de España y la Recopa, pero acabó segundo en la Liga y fue sustituido por Van Gaal, aunque siguió un año más en el cuerpo técnico azulgrana.

LLANTO UNANIME Las muestras de apoyo fueron unánimes. "Estoy emocionado. Todos los aficionados del mundo entero le van a echar de menos", dijo Joseph Blatter, presidente de la FIFA. "Siento una tremenda tristeza. Robson fue un excelente embajador del fútbol. Vivía este deporte con enorme pasión y dejó huella en todos los sitios donde estuvo", aseguró Michel Platini, el máximo mandatario de la UEFA.