Roger Federer y Rafael Nadal. Por segundo año consecutivo, el número uno del mundo y el número dos repetirán la final en Roland Garros. El partido más esperado está listo. Hoy uno de los dos sabrá quien puede pararle. Ambos han cumplido los pronósticos y hoy, cuando pisen la arena roja de la pista central Philippe Chatrier (15.00 horas, TVE-1) saben que tienen una cita con la historia. En juego está algo más que el título y el millón de euros que del campeón.

Para Federer, la victoria lo convertiría posiblemente en el mejor jugador de la historia del tenis. Si hoy levanta la Copa de los Mosqueteros ganará el único Grand Slam que le falta en su palmarés y la gloria sobre todas las superficies del planeta. La tierra de París, la hierba de Wimbledon, el cemento de Flushing Meadows y el decoturf de Melbourne. Una proeza que solo ha logrado en años alternativos el estadounidense Andre Agassi y, en una sola temporada, el australiano Rod Laver, que lo logró en 1962 y 1969. A Nadal, un triunfo le permitiría ser el primer tenista de la historia que logra el triplete en París después del sueco Bjorn Borg, que ganó cuatro títulos seguidos entre 1978 y 1981.

Los datos abruman y la misión está tan cerca como lejos. Quizás por eso ayer los dos tenistas intentaban mantener su rutina para evadirse de la presión. "Yo ya tengo dos copas en casa y estoy muy feliz de volver a estar en la final por tercera vez. Mi ambición para esta final es total, pero pase lo que pase me sentiré satisfecho. No obstante voy a jugar contra el número uno, el mejor del mundo", repetía ayer Nadal, en la pista número tres, donde se entrenó con el júnior colombiano Alejandro González.

CONFIANZA DE FEDERER A 500 metros de ahí, en la misma central donde hoy jugarán, Roger Federer hizo un suave entrenamiento y se mostró tranquilo: "Soy consciente de a lo que me enfrento. Ya viví una tensión enorme el año pasado. Sé lo que un triunfo significaría para mi carrera y para mí. Creo que esta vez tengo más experiencia".