La final de hoy en Roland Garros entre Roger Federer y Rafael Nadal tiene significados especiales para ambos contendientes, y así mientras el suizo quiere lograr el título que más ansía por el momento, el español respira ya tranquilo y puede convertirse en el jugador que por primera vez gana consecutivamente tras el brasileño Kuerten en 2001.

Para Nadal, de 20 años recién cumplidos, estar en esta final, la primera entre los dos primeros de la clasificación mundial después de 22 años (Lendl-McEnroe) independientemente de que allí se encuentre con Federer, supone una alegría inmensa.

Al de Manacor parecen no importarle demasiado sus 59 victorias consecutivas sobre tierra batida y haber batido así el récord de Guillermo Vilas, ni los 23 triunfos seguidos que lleva en arcilla esta temporada, y los 13 en París en dos años.

RETO DIFERENTE Roland Garros supone para él un reto diferente. Llega en el mejor momento de forma después de dos semanas de dura lucha, y además sabe cómo ganar al suizo después de derrotarle en las semifinales aquí el año pasado, y de anularle en las tres finales que han disputado este año: Dubai, Montecarlo y Roma.

Pero es que incluso en el único enfrentamiento que ganó el suizo Federer de los seis que se han disputado, en la final del torneo de Cayo Vizcaíno en 2005, Nadal estuvo dos veces a dos puntos de derrotarle. Es decir, moral al máximo.

Esa confianza se ha demostrado en el último duelo, en la final de Roma, donde Federer dispuso de dos bolas de partido para vencerle al fin. No lo hizo, pero se convirtió en el primer jugador que dispuso de esa opción para hacerlo desde el ruso Igor Andreev en los octavos de final de Valencia el año pasado, la última derrota de Rafa en tierra.