Fernando Verdasco cayó el martes por la noche rendido en el suelo del Louis Armstrong Stadium. Pero la suya no era una rendición de derrota, sino de logro. Acababa de conseguir, tras un maratoniano y épico encuentro contra David Ferrer, uno de los puntos más mágicos de esta edición del Abierto de Estados Unidos, uno de esos en los que las televisiones encuentran el imán para vender la magia del tenis y a los que la memoria de aficionados y protagonistas volverá una y otra vez.

¿Cómo se logra un punto así? ¿Cómo pudo Verdasco pensar que sería capaz de lograrlo tras 263 minutos de épica pelea, 71 de los cuales se fueron en un durísimo segundo set que, como el primero, se apuntó Ferrer? ¿De dónde salió la fuerza, la confianza, tras haber cometido 89 errores no forzados y viéndose en el tie break del quinto set? ¿Por qué pensó Verdasco que esa vez llegaría desde la línea de fondo hasta la red y alcanzaría con su raqueta una bola que parecía destinada a no ser tocada, encontrando, además, el ángulo para devolverla y sellar el partido con un 5-7, 6-7 (10-8), 6-3, 6-3, 7-6 (7-4) revelador de la descarnada batalla que acababa de tener lugar?

FUERTE Y AGRESIVO Incluso a él le costaba explicarlo. "Estás con el sexto sentido en la bola, en el punto, sabiendo lo importante que es, intentando correr, pelear... Empecé a correr y vi el espacio, un poco de espacio sobre la red". Y así, a la velocidad en que sucede la magia, aprovechó. Y por eso cayó rendido, pero ante nadie más que ante sí mismo, ante el reencuentro con el Verdasco agresivo y convencido de que el triunfo está en su mano, un jugador que demostró por qué es octavo cabeza de serie.

Como el año pasado, el madrileño ha vuelto a los cuartos de final del Abierto de Estados Unidos. Y en esa ronda hoy, y por primera vez en la historia, habrá dos españoles a ambos lados de la red: él y Rafael Nadal, protagonista de otro modelo de triunfo radicalmente diferente en la noche del martes. El de Manacor tuvo un dominio absoluto e incontestable sobre su rival, Feliciano López. Necesitó solo dos horas y ocho minutos para sellar su victoria con una superioridad total. Fue el número uno del mundo que, con un marcador de 6-3, 6-4, 6-4, que explica todo por si mismo, concluyó su cuarto encuentro este año en Nueva York sin haber cedido ni un solo set al contrario en ninguno de esos partidos. "Para estar en cuartos así --reflexionaba-- dos cosas deben funcionar realmente bien: la concentración y el servicio. Y están funcionando".

Tommy Robredo y Marcel Granollers, que mantenían vivas sus opciones en dobles, las vieron morir al caer con contundencia (6-1 y 6-4) ante Bob y Myke Bryan. Mientras, en chicas Venus Williams jugará una emocionante semifinal contra Kim Clijsters.