Nada ha cambiado, y eso posiblemente sea parte del secreto. Rafael Nadal se presentó en Barcelona como indiscutible número uno del mundo después de 36 semanas y con 15.390 puntos (4.630 más que Federer, segundo), con el quinto Montecarlo bajo el brazo, pero no le cayeron los anillos por pasar la esterilla por la pista antes de empezar a entrenarse. Otros, con muchos menos galones que el campeón manacorense, habrían esperado sentados en el banco a que los empleados del club hicieran el trabajo, pero a Nadal no le importó. Cuestión de actitud y educación.

Nadal quería empezar a trabajar lo antes posible con Francis Roig, su entrenador cuando su tío Toni no está con él, y quería tener la pista perfecta. Había que desentumecer los músculos, pelotear un poco y sobre todo entrenar ese saque que no le ha gustado como ha funcionado en Montecarlo. Tenía poco tiempo y quería aprovecharlo. Apenas una hora en medio de una agenda cargada de compromisos, que comenzó a primera hora de la mañana acudiendo a la presentación del centro Mapfre de Medicina del tenis que dirigirá el doctor Angel Ruiz-Cotorro en la clínica CIMA de Barcelona junto al resto de jugadores y jugadoras del tenis profesional.

EN OTRA LIGA No es fácil seguir tocando de pies en el suelo mientras a tu alrededor solo escuchas elogios. "Ahora, repóquer en Barcelona", soltó nada más verle un aficionado. Pero no son únicamente los fans quienes lo ven en otra liga, como él mismo decía de Roger Federer cuando creía inalcanzable al tenista suizo. "A mí me lo parecía, que estaba en otra liga, pero él no lo debía pensar y ahora yo tampoco lo pienso de mí. Soy muy consciente de lo que cuesta ganar un partido y soy el primer sorprendido por los resultados exageradamente buenos que he tenido. Las cosas me han salido mejor de lo que nunca podía haber imaginado", explicaba ayer.

Pero los elogios no son solo de los aficionados. Sus compañeros de circuito tampoco ocultan su admiración. "A su lado parecemos malos", decía Fernando Verdasco. "Ha hecho historia y está demostrando cada día que quiere más", confesaba Feliciano López. "Nunca se conforma. Lo que ha conseguido ya no le sirve y lo que busca es repetir y volver a ganar. Eso es lo que le convierte para mí en el más grande", destacaba Alex Corretja, ahora consejero técnico del escocés Andy Murray. "Nadal es imbatible en tierra. Está muy por encima del resto y si este año va paso a paso, partido a partido, lo veo capaz de ganar el Grand Slam", aseguraba el legendario extenista Joan Gisbert.

ILUSION "No soy imbatible, ojalá lo fuera", insistía Nadal ayer. El número uno del mundo es el primero que conoce sus límites. "Soy consciente de que esto no durará eternamente y estoy preparado para perder. Ser número uno no ha cambiado nada. En esto del tenis la ambición es lo primero porque las diferencias son pequeñas y gana el que tiene más ilusión por ganar".

Nadal no paró de recibir felicitaciones por su éxito en Montecarlo. A la hora de comparar su primera victoria en Mónaco y la última del domingo, valoró de forma especial la del 2005. "La primera vez siempre es la más especial y la más complicada. Luego piensas que puedes repetir. Para mí supuso también ganar mi primer Masters Series y romper una barrera. Ganar por quinta vez también es especial, pero lo más importantes es la confianza y la tranquilidad que te da", admitió aunque insistió que sus opciones de ganar en Barcelona pasan por "jugar a mi mejor nivel".

FERRERO, FUERA Campeón en el 2001 y finalista en el 2000 y el 2005, Juan Carlos Ferrero cayó eliminado en la primera ronda del Open Banc Sabadell. El ruso Igor Kunitsyn (número 37 del mundo) provocó la primera gran sorpresa del torneo al vencerle por 7-5 y 7-6 (7-3).