El ciclismo siempre tendrá el encanto de ser el deporte donde más cuenta y sorprende la improvisación. Sucede a menudo que en la etapa diseñada con más gallardía no sucede nada. Y ocurre muchas veces que, de forma inesperada, en jornadas en las que aparentemente no va a pasar nada casi puede quedar decidida una carrera.

Ezequiel Mosquera que tanto y tanto ha peleado por arañar segundos de gloria en cada una de las etapas de montaña de esta Vuelta se dejó ayer, sorprendentemente, 12 segundos de oro en la llegada al Toledo de Federico Bahamontes. El gallego no pasa por ser el corredor más diestro a la hora de saber situarse en el pelotón. Nibali, en cambio, mucho más pillo, azotó a su principal rival al colocarse hábilmente, entrar en sexta posición y presentarse hoy en la subida a la Bola del Mundo, donde se resuelve la Vuelta, con 50 segundos de ventaja, que si bien no son tranquilizantes, sí le permiten respirar con mayor soltura.

TRIUNFO DE GILBERT La cara de satisfacción de Nibali contrastaba con las muecas de desolación de Mosquera. "Me quedé cortado en el último puente, traté de ganar posiciones, entre ciclistas rezagados, pero ya no tuve tiempo de enlazar", se quejó.

Fue una llegada explosiva en la que el belga Philippe Gilbert se anotó la segunda victoria en la Vuelta y volvió a mostrar su candidatura para aspirar al jersey arco-iris en el próximo Mundial de Melbourne.

La Bola del Mundo, con tramos de hormigón y rampas por encima del 20%, se presenta hoy en sociedad. La general sigue sin resolverse en una ronda española que se quedó sin dueño cuando Igor Antón se fue al suelo en Cantabria.