Vincenzo Nibali tiene una espina clavada en el cuerpo. Es en lo que ha pensado para no pifiarla en este Tour en el último instante. "¿Cómo pude perder el año pasado la Vuelta?". "¿Qué hice mal?". "¿Por qué tuve que responder a cada ataque de Purito y Valverde?". Y le ganó un ciclista de casi 42 años, Chris Horner. Por eso, ayer, a más de 10 kilómetros de la cumbre de Hautacam, cuando vio demarrar al veterano corredor estadounidense, no se lo pensó dos veces. "Tenía una herida con él". Fue la señal para dinamitar el Tour por última vez. Para demostrar que ha sido, que es el mejor, con o sin los favoritos en acción. Y como los grandes campeones, los históricos, los de leyenda, los mitos, Nibali ganó en una gran cima de los Pirineos, en solitario y de amarillo.

Nibali, pese a que pueda parecer lo contrario, no ha sido el corredor de las grandes exhibiciones. Ayer mismo, en Hautacam, su escalada solo fue la 26 mejor en la historia de una cima que debutó en 1994, a 2.40 minutos del récord de Bjarne Riis, en 1996. Eran otros tiempos.

Ahora no se va tan rápido, pero no por ello se ha perdido la magia pirenaica. Nibali, un par de segundos sacó en Sheffield, en su primera victoria; 15, en La Planche des Filles; 10, en el triunfo de Chamrousse, y ayer, la mayor diferencia, aunque no estratosférica: 1.10 minutos sobre el francés Thibaut Pinot, ahora segundo de la general, en detrimento de Alejandro Valverde, que bajó a la cuarta plaza (Jean Christophe Péraud también lo superó), aunque con todas las opciones intactas para subir el domingo al podio final.

El Tiburón o el Squalo, como se prefiera, quería un triunfo en los Pirineos. Y qué mejor que escoger para ello la etapa con mayor glamour, con el Tourmalet, donde se reservó, como el resto de corredores. Si otros días desapareció, o casi, su equipo, ayer el Astana dominó y controló la carrera hasta el ataque de Nibali.

Nibali también quiso ganar ayer porque está cansado de que cada día le pregunten lo mismo, que si sería el jersey amarillo con Chris Froome y Alberto Contador en acción. Ayer, ya no pudo más, feliz por una victoria incuestionable, por un Tour disputado sin un error, por saber leer y controlar la carrera, por arriesgar en los adoquines y por sacar dos segundos, pero por verse superior a Froome y a Contador en las colinas de Yorkshire. "A Contador le saqué dos minutos en los adoquines y si Froome no llega a abandonar le habría quitado aún más tiempo ese día".