Esta vez Rafael Nadal no se echó sobre la tierra para celebrar su triunfo. Ayer se quedó de pie y se limitó a levantar al cielo sus dos poderosos brazos. Fue un gesto de respeto. Acababa de ganar a Roger Federer con demasiada contundencia como para celebrarlo de otra forma. "Me ha salido un partido perfecto. No imaginaba poder jugar tan bien", dijo.

Federer encajó ayer un duro correctivo desde el primer golpe que dio hasta el último. Nadal le rompió el servicio solo comenzar el partido. Mala señal. El suizo intentó mantener el pulso e incluso pudo devolver el break al campeón. El partido parecía que podía ser largo. Fue un espejismo.

"Le he dicho que estaba seguro de que ganaría en tres sets", confesó Toni Nadal que le dijo antes de salir. Por primera vez en los 17 partidos en que su sobrino se había enfrentado a Federer, le animó a atacarle. "A jugar de tú a tú". Sabía lo que hacía. "Rafa estaba jugando el mejor tenis de su vida".

No se equivocó. Esta vez el revés de Federer no era el objetivo primordial de Nadal. La táctica fue un poco diferente. El tenista manacorense dio un paso adelante en la pista y presionó al suizo. Federer corría en la pista y Nadal repartía la bola a un lado y a otro. Eso hacía además más vulnerable el saque del número uno del mundo, que acabó el partido con un porcentaje ridículo de puntos ganados con su servicio (40%). En los seis juegos que disputaron entre el 3-1 de la primera manga y el 2-0 de la segunda, Federer solo logró ganar seis puntos.

El suizo miraba hacia su palco con la cara desencajada. José Higueras, su asesor hasta final de temporada, intentaba animarle para evitar el descalabro total y Mirka Vavrinek, su novia, se tapaba la cara. El tenista suizo pareció que lo conseguiría cuando después de 45 minutos de partido pudo romper por primera vez el saque de Nadal y recuperar el break . Saltó eufórico. Dispuso de otro break point en el séptimo. Pero tras dejarlo escapar y perder su servicio en el octavo, se rindió. No volvió a ganar ningún juego.

Sin fiesta

"Para hacer fiesta hay que tener un buen ambiente". Jaime Lissavetzky, secretario de Estado para el Deporte, explicó así la decisión de suspender el acto previsto en la embajada española de París. El enfrentamiento que mantienen los jugadores con el presidente de la Federación Española, Pedro Muñoz, fue el motivo para no hacer la recepción. "Es urgente que se solucione este tema", dijo la ministra Cabrera.