Con el baloncesto como pretexto y el deporte como punto de partida, el Pabellón Multiusos se vistió de gala para recibir a la actual campeona del mundo. Un árbol se hace más fuerte cuanto más profundas son su raíces, y es precisamente eso lo que le ha ocurrido a la selección. Ha encontrado en Extremadura su morada, su hogar, un cobijo cándido en un marco inmejorable. Las seis mil almas que colmaron el Ciudad de Cáceres en la noche de ayer disfrutaron como críos. El tiempo se paró durante las casi dos horas que duró el partido y el embrujo de los Calderón, Gasol, Ricky y compañía protagonizaron una noche abrumadora, mágica, majestuosa, solemne.

El partido, el ambiente, el entorno, no respondían al arquetipo habitual, se respiraba selección española por los cuatro costados. Ya en los aledaños, se discernía que el día de ayer quedaría marcado con letras de oro en la historia del deporte extremeño. Así lo expresaba Javier, un joven de Cáceres que asistió ayer al partido. "Espero disfrutar del encuentro. No todos los días viene la selección española a jugar". Clara, su acompañante, también es una fanática del baloncesto, y "por nada del mundo me perdería este partido". Ya en el interior, bajo un calor sofocante, gente de todos los rincones de Extremadura acudieron a la cita en el Multiusos. Entre el público, muchos niños que no olvidarán fácilmente el día de ayer. Carlos, de ocho años, es la primera vez que ve a la selección española de baloncesto en directo y su sonrisa le delataba: "Estoy muy contento. ¡Ojalá gane España!".

La expectación que despertó el partidazo hizo que las entradas se agotasen a lo largo de la mañana de ayer. Algunos aficionados, molestos con el trato y el sistema que se había llevado a cabo, denunciaron que "las entradas se han agotado muy pronto. Es una pena no poder entrar" sentenció.

Antes del partido, el presidente de la Federación Española de Baloncesto, José Luis Sáez, hizo entrega de la insignia de oro y brillantes al presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara. Sáez, afincado en Sevilla pero natural de Badajoz, se comprometió a impulsar y fomentar el deporte base extremeño. "Desde la Federación tenemos el compromiso de potenciar el baloncesto extremeño. Para ello, vamos a trabajar juntos", sentenció Sáez.

Minutos después, sobre las 19.45 horas, mientras los jugadores de ambas selecciones calentaban sobre la cancha, el público esperaba impaciente, ansioso, entusiasta, el inicio del encuentro. Llamó la atención un grupo de medio centenar de personas acomodadas en una de las gradas. Vestían de verde, y en sus camisetas se podía apreciar una foto del base extremeño José Manuel Calderon. Señal inequívoca de que se trataba de la peña Mr. Catering J.M. Calderón . Diego García Guisado, presidente de la peña, estaba eufórico. "Somos sesenta socios de Villanueva de la Serena y asistir al partido de hoy es todo un lujo para nosotros. Nuestro próximo reto: viajar a Toronto".

Con el pitido inicial, que coincidió con el primer ataque ruso, llegaron los primeros silbidos. Hecho que se repitió en alguna ocasión cada vez que Rusia tocaba el balón. El público no ha olvidado la final del pasado europeo y así se lo hizo saber al aquipo de David Blutt. Con el primer cántico de "¡España, España!" llegó la primera canasta. El público, entregado, enloquecía con cada buena jugada de España. No faltó tampoco el "¡A por ellos!" y el "¡Calderón, Calderón!". El villanovense jugaba en casa y respondió con gestos y guiños al cariño de sus paisanos. La fiesta tuvo más invitados, el speaker, muy animoso, también dio color a la noche. Aprovechaba cada descanso o tiempo muerto para espolear a la grada y regalar balones entre los aficionados. Las cheerleaders que acompañan a la selección causaron también gran sensación entre el público.

El idilio entre la selección española de baloncesto y Extremadura comenzó el pasado viernes a su llegada a Badajoz, y la noche de ayer fue el final feliz de una historia inolvidable. Ambiente de baloncesto, ambiente festivo...Todos las piezas encajaron a la perfección y la fiesta fue completa. El redoble que sonó tras el pitido final puso fin a una jornada de ensueño.