Sencillamente, no somos una de las ocho mejores selecciones del mundo. Demasiadas veces tropezando con la misma piedra, demasiadas veces haciéndonos ilusiones, creyéndonos que habíamos encontrado la fórmula cuando lo único que hemos encontrado es un camino diferente al fracaso. No es una cuestión táctica, ni siquiera futbolística, es un gen ganador que el futbolista español no tiene. Siempre nos falta algo. Unas veces es un penalti fallado, otras un mano a mano con el portero pero esta vez no podemos agarrarnos ni a eso. La Francia de Ribery nos mató con el gol al borde del descanso, nos recordó que éramos vulnerables y, poco a poco nos metió en su partido. Sin ritmo, sin ideas y sin balón, España es una selección vulgar, previsible y sin pegada.

Por mucho que queramos, Luis no se ha salido de ningún guión. Hermosa y romántica su propuesta pero ayer ni siquiera tuvo eso. Nos volvimos a pegar de bruces contra nuestro sino. Y eso que la marea roja se lo volvió a creer como nunca. En realidad, fue en lo único que superamos a los franceses. Podríamos recrearnos en criticar a cada uno de los jugadores de España, a unos más (Raúl, Villa) y a otros menos (Puyol, Xabi Alonso), pero no es cuestión de cebarse con ellos. Es un problema mucho más profundo en el que ahondaremos en los muchos días de mundial que nos quedan sin España.

Francia impuso su oficio, su veteranía, la experiencia de muchos grandes jugadores que saben jugar los partidos importantes, que no se arrugan y que saben elevar su categoría a la altura del partido. Puede que su fútbol fuese menos vistoso, pero era más directo. Puede que su planteamiento pareciese menos arriesgado, pero fue mucho más efectivo. España no encontró mecanismos para descoser su tela de araña. Podemos llorar la falta inexistente del segundo gol, pero hasta llorar no hace demasiado reiterativo cuando la selección española de fútbol se enfrenta a un partido importante. No tenemos ni el recurso del "jugamos como nunca y perdimos como siempre". Creíamos que íbamos a jubilar a Zidane y fue el 10 francés el que nos dio la puntilla definitiva. Henry, Vieira, Makelele y compañía siguen siendo demasiado para nosotros. Este cuento se acabó.