No hay cosa peor que un pelotón resignado. No hay nada más aburrido que una etapa llana en la que no sucede nada. En la etapa de ayer, el aburrimiento se apoderó del pelotón y Tom Boonen volvió a demostrar su hegemonía en la línea de meta al volverse a imponer en un nuevo esprint.

Parece que se haya perdido ese espíritu combativo, el típico del Tour. Parece que los nervios se hayan enterrado en los autocares que conducen a los ciclistas a la salida. Sólo se llevan tres etapas y da la impresión de que el pelotón circule por las carreteras de Francia con la moral comida y sometido a la tiranía de Lance Armstrong. Hoy toca contrarreloj por equipos. Ayer bastaba visitar los coches de los corredores, en un descampado del pequeño pueblo de La Chátaigneraie, para escuchar la misma frase en todas partes. Otorgaban unos y otros la victoria para hoy al Discovery Channel, lo que, a su vez, se traducirá en el jersey amarillo para el tejano.

NI UNA CAIDA Benjamín Noval es uno de los gregarios de Armstrong en el Tour. El ciclista asturiano reconoció ayer que ya hay una frase que recorre el pelotón: "Qué pocos nervios". Ellos, los ayudantes del seis veces ganador, se han percatado de que no se circula con la intensidad de tiempos pasados. Ayer, más que una etapa de Tour, pareció una jornada anodina de cualquier carrera menor.

Sólo se mueven los modestos o los novatos, como el combativo conjunto español del Saunier Duval. Y así sólo se le hace el juego a Armstrong. Se tolera una fuga. Los equipos con velocistas la capturan a apenas tres kilómetros de meta y luego se prepara el esprint, donde, además, parece que sólo haya un candidato a la victoria: Tom Boonen, quien ayer logró su segundo triunfo consecutivo en un esprint en el que fue descalificado el australiano McEwen.

Con este guión, Armstrong hasta parece que no corra. Ayer, por si fuera poco, hasta cometió la ligereza de saltarse el obligado control de firma. Del autocar se fue a la salida. Lo castigaron con 100 francos suizos de multa. ¿Qué son 60 euros para él?