La crisis que sacude la economía internacional también está teniendo consecuencias negativas en el deporte. La opulencia, el derroche y el despilfarro de épocas pasadas han dejado paso a la cautela, el miedo y la contención. Cuando el contexto financiero es negativo, las empresas suelen optar por operaciones de bajo riesgo, una situación que no suele cuadrar con las altas cifras que mueve el deporte espectáculo. Las consecuencias son lógicas: se reducen las fuentes de ingreso. Las entidades de crédito, las aseguradoras y las constructoras que en su día apostaron fuerte por el deporte han perdido fuelle, y cada vez es más complicado encontrar patrocinadores que garanticen la viabilidad de las entidades y los torneos.

NERVIOS EN INGLATERRA El fútbol, acostumbrado a mover millones sin ningún pudor, está acusando la crisis. En España, los grandes clubs como el Barça y el Madrid controlan cada vez más sus gastos internos. Los ingresos por la venta de camisetas y el alquiler de espacios se han reducido. También la asistencia de público a los estadios, como ocurre en el Camp Nou y el Bernabéu. El Racing y el Depor, víctimas de la debacle inmobiliaria, no llevan publicidad en la camiseta, mientras que el Málaga busca espónsor sin suerte. El Valencia lo tiene, pero no cobra.

RIESGOS OLIMPICOS En baloncesto, el caso más llamativo se produjo en Girona, que perdió su plaza en la ACB por la crisis de la promotora Akasvayu. Las cuentas tampoco cuadran en los JJOO de Londres del 2012 ni en los Juegos de Invierno de Sochi (Rusia) del 2014. Lo mismo ocurre en el mundo del motor, en el que siguen cayendo los espónsores. Algunos torneos de golf y de tenis también se están viendo afectados por esta vorágine.