Pocos esperaban algo de ellos y nadie creía en su triunfo, pero el Oporto y Grecia se encaramaron a la cima con una idea de conjunto, reivindicaron el fútbol como juego colectivo y acabaron con el tópico de que la historia pesa a la hora de decidir los títulos. Su triunfo, en la Eurocopa de Portugal y en la Liga de Campeones, tuvo dos lecturas. Fue criticado, porque se consideró un paso atrás, la vuelta a esquemas muy defensivos, pero también tuvo un aspecto revolucionario, porque ambos se atrevieron a romper con el orden establecido. No sólo eso, sino que cundió el ejemplo también en Sudamérica, donde el Once Caldas colombiano se adjudicó la Copa Libertadores.

PRACTICIDAD Grecia no entraba en los pronósticos, siquiera para pasar la primera fase, y, después de cada partido, se afirmaba que su suerte tendría que cambiar, pero vio pasar los cadáveres de España, Francia, la República Checa y, en la final, de Portugal, que lo tenía todo para coronarse campeón continental ante su público y se vio superada por un gol de Charisteas.

La victoria griega provocó un cataclismo. Cayeron Iñaki Sáez en España, Rudi Voeller en Alemania, Giovanni Trapattoni en Italia y tuvo un triste adiós de la selección gala Jacques Santini, que había fichado por el Tottenham antes de la Eurocopa.

Cambió todo y hasta la FIFA comenzó a pedir mayor protección para las estrellas, sometidas a un calendario infernal y a múltiples compromisos.

El triunfo del Oporto, en la Liga de Campeones, y al final del año en la Copa Intercontinental, fue también el de un conjunto solidario, sin figuras.

Si Grecia tuvo su estrella en el banquillo, donde reinó Otto Rehhagel, el Oporto fue José Mourinho, que emergió como el mejor estratega de Europa y se ganó un millonario contrato con el Chelsea. Su equipo entró en los octavos de final de la Liga de Campeones como segundo de grupo, tras el Real Madrid, y fue eliminando, sucesivamente, al Manchester United, al Olympique Lyon y al Deportivo. En la final fue claramente superior al Mónaco (3-0).

El Oporto culminó su mejor año, en el que también se proclamó campeón de la Liga portuguesa, con la consecución de la Copa Intercontinental, frente al modesto Once Caldas colombiano. La última edición, ya que desaparece para dar paso al Mundial de Clubes de la FIFA, fue decepcionante y, tras concluir la prórroga con el empate inicial, se resolvió después de lanzar 18 penaltis (5-4).

Brasil y Argentina también tuvieron motivos para sonreír. La selección brasileña se adjudicó la Copa América, pese a no contar con sus grandes estrellas, tras derrotar en la tanda de penaltis de la final al conjunto argentino de Marcelo Bielsa. Bielsa no tuvo que esperar más que un par de meses para desquitarse. Argentina arrasó en los Juegos Olímpicos de Atenas, que ganó invicta, y logró el título que le faltaba.

El año, por último, coronó campeón de Africa a Túnez, que hizo valer su condición de anfitrión con Lamerre en el banquillo, y de Asia a Japón, dirigida por el brasileño Zico.