Charlar con Alfonso Canal Macías sobre cómo se gestó la construcción del Príncipe Felipe entre los años 1974 a 1977 es como montarse en el DeLorean del doctor Emmett Brown: un auténtico viaje al pasado. «Fue a Ángel Sánchez, entonces presidente del Cacereño, al que se le ocurrió hacer esas instalaciones. Jugá- bamos en la Ciudad Deportiva y teníamos bastantes problemas allí. El campo era un desastre. El club no estaba cómodo allí», reconoce este ingeniero industrial jubilado, que fue quien sucedió a Sánchez en la dirección del club en pleno levantamiento del estadio. Por lo que cuenta, la iniciativa fue toda una explosión de ilusión en la ciudad. «La idea revolucionó Cáceres. Ahora puede parecer raro porque casi todos los campos son municipales, pero entonces fue algo que nadie discutió. Todo lo contrario», agrega. La palabra «temeridad» se le escapa de vez en cuando, sí: «Es que éramos un club que no tenía nada. La necesidad de tener un campo propio estaba ahí. El ayuntamiento no tenía posibilidades de construirlo, aunque al menos nos dio los terrenos en una subasta pública por 1,2 millones de pesetas [7.200 euros] que se pagaron con el traspaso que se hizo de Mori al Celta. Eran 53.000 metros cuadrados».

La de Mori es una de las numerosas intrahistorias que rodearon a la génesis del estadio Príncipe Felipe. «Fue una osadía. Éramos jóvenes y nos metimos en ello con un diseño de Pepe Ulecia. Empezamos la construcción con un primer crédito de la Caja de Ahorros de Cáceres de 20 millones de pesetas [120.000 euros]. A los 4.000 socios que llegamos a tener les pusimos un pago extra de 5.000 pesetas [30 euros] porque era los únicos ingresos extra que podíamos tener», relata Canal. El coste del recinto llegó casi a los 100 millones de pesetas [600.000 euros]. «Al final tuvo que acabar poniéndolos la propia Caja de Ahorros», reconoce el entonces presidente. La entidad pareció estar tan contenta con su inversión que se ofreció también a impulsar la iluminación artificial, que no se instaló hasta 1981, cuatro años después de la inauguración oficial. El proyecto fue cogiendo vuelo. En principio, la visera de tribuna era más modesta que la que finalmente se construyó, con sus espectaculares pináculos de hormigón y con vidrieras. «Fue Emilio González Zamora el que propuso la que finalmente se hizo, con un espesor de diez centímetros. Supuso una innovación técnica importante y en aquel momento fue número uno en España con la del hipódromo de La Zarzuela», señala Canal, al que no se le va de la cabeza el momento de suspense que se produjo cuando se retiraron las complicadas sujeciones del encofrado.

PROYECTO INACABADO / La estructura se mantiene firme después de tanto tiempo, pero el dinero se acabó. En el proyecto completo lo que había era un estadio con más espectadores y gradas en los fondos. Además, en el entorno iban a construirse unas instalaciones en las que los socios pudiesen disfrutar de piscinas y canchas deportivas. «Llegamos hasta donde pudimos llegar. Ni siquiera los vestuarios estaban rematados debidamente». Ahora, cuando el expresidente ve el estadio lo hace con satisfac-ción: «Fue un orgullo para toda la ciudad de Cáceres, que reconoció el esfuerzo que hicimos un puñado de alocados. Se hizo porque los cacereños quisieron hacerlo y teníamos su respaldo. Aquello se debe valorar en su justa medida y fue el fruto de un grupo de gente joven que tiró hacia adelante».

Sin embargo, toca volver al 2017, a 40 años después. «Eso quedó ahí y ahí han pasado cosas estupendas como ver a Dire Straits, que supongo que se obtuvo mucho rendimiento económico. Lo que falta ahora a lo mejor son ideas para sacarle rendimiento más allá del deportivo», declara. Le gustaría que en la actualidad el Príncipe Felipe tuviese un aspecto más renovado, que la inversión a nivel estructural hubiese sido mayor en estas cuatro décadas.