Faltaban 4 minutos para el final, el Cáceres perdía por 7, Muoneke tenía que sacar de fondo, pero nadie acudía a recibir y se perdía la posesión. Quedaban 3 minutos, el Cáceres perdía por 9 y encestaba Thompson, pero en el Multiusos no sonaba ni un aplauso. Un exjugador sentenciaba en la grada: "Faltan la chispa y la alegría imprescindibles para ganar en la cancha y en la vida".

Bermejo y su directiva quisieron desterrar esta temporada el pesimismo y el derrotismo, pero de nuevo están ahí: tras las jarchas, Garcilaso, Góngora, Berceo, el 27, Hierro, Valente y Gil de Biedma, la lírica hispánica ya tiene un nuevo movimiento: la escuela poética afligida del Cáceres.

Sus textos se caracterizan por la tristeza. Recibe influencias del lenguaje evangélico: "Una llamada tuya bastará para salvarnos". De la prosa funeraria: "No dejes que entierren al Cáceres". De las jaculatorias nupciales: "En las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza... Más del Cáceres que nunca". De la metafísica, "el Cáceres existe", de la épica numantina, "el Cáceres resiste", de la oratoria clerical, "gracias equipo por vuestra entrega y humanidad", y hasta del surrealismo: "Canal Plus, sálvanos".

Con esta literatura tan deprimente, entresacada de las diez pancartas que colgaban estratégicamente en el pabellón y de las octavillas repartidas en las puertas, es normal que los jugadores acaben contagiándose de la aflicción, la epidemia de llanto llegue a la grada y ni los unos bajen a recoger el saque de Muoneke, ni los otros sean capaces de articular una sola vez el grito: "Cáceres, Cáceres".

COMPARSAS ATRIBULADAS

A pesar de la importancia sentimental del partido, la afición falló: faltaban socios. El fondo Sur parecía más animado con la presencia de las comparsas del Carnaval cacereño, pero se dejaron llevar por el efluvio atribulado de plantos, congojas y suspiros y perdieron enseguida el entusiasmo.

Sólo los niños (magníficos los de Malpartida con su infatigable profesor Marciano al frente con peluca de piojinos) aportaron ilusión. Hubo un momento en que los jóvenes del Cáceres (Muoneke, Eslava) parecieron olvidarse de la murria desconsolada y se apuntaron a la samba. Pero fue un espejismo: las tribulaciones de los poetas maduros volvieron a acongojarles.

La elegía acabó con el público gritándole a los árbitros y Muoneke, desquiciado, yéndose solo bajo la pancarta encomiástica que ensalzaba a los mecenas que amparan este movimiento poético cacereño que un día fue épico y eufórico y hoy es lírico y depresivo: "Gracias alcalde, gracias presidente... ¡¡Bermejo!!".