En el Campeonato de España de marcha del pasado mes de abril, en Mérida, ambos llegaron a coincidir en plena carrera, compitiendo, aunque lógicamente cuando uno doblaba a la otra. «Me dio más fuerza para seguir y ganar», dice el llerenense Álvaro Martín sobre la getafense Lidia Sánchez-Puebla, como él con el título nacional de 20 kilómetros. En la vida el extremeño y la madrileña son pareja sentimental, pero también deportiva, pues entrenan juntos con un resultado tan espectacular que salta a la vista. Su historia, en fin, está repleta de amor y de atletismo. Se mezclan, incluso, aunque cada uno de ellos sepa bien separar ambas facetas. Ambos se conocieron cuando ella empezó a entrenar en el grupo de José Antonio Quintana hace 5 años.

«En Roma, en la Copa del Mundo (2015), nos hicieron una foto besándonos cuando me felicitaba por la medalla», cuenta él. Esa imagen circuló pronto por las redes sociales y, claro, pasó lo que tenía que pasar. «Mi familia se enteró que éramos pareja ese día, cuando ya llevábamos bastante tiempo». Los padres de Lidia supieron de la relación incluso después, cuando la joven marchadora les comunicó que «iba a ver a Álvaro a Río de Janeiro», a los Juegos Olímpicos de 2016.

En ambos casos, «hice la locura de gastarme un pastón en billetes». En Brasil, al menos, no tuvo que pagar el apartamento: la familia del extremeño la acogió en el que habían alquilado ellos para una ocasión tan especial.

ENTRENOS JUNTOS / «Sí, entrenamos juntos, aunque él va bastante más deprisa». Lo corrobora Lidia, dos años menor que Álvaro «Él y mi padre lo son todo en mi carrera porque me conocen». Ambos se preparan en el CAR de la Blume de Madrid, desde donde hablan para este periódico en horario muy tempranero. Es su primer reportaje juntos. Y lo hacen aparentemente motivados, intercalando risas y bromas con análisis serios sobre su particular idilio con el deporte... y, por qué no, entre ellos mismos.

Hay que entrenar y estudiar en un día, otro más, muy largo y sacrificado. Él hace el último curso de Política. Ella, Medicina. «Yo estudio más», se apresura a asegurar la atleta. Él, medio en broma medio en serio pero siempre en tono desenfadado, afirma que no está tan seguro de ello.

Sí coinciden ambos en la dureza de abarcar con éxito la doble faceta y que están sometidos a una disciplina especial que solamente se saltan «algunos viernes, cuando salimos a cenar». Sí: «alguna cerveza o un vino», dice el llerenense sobre los ‘excesos’ de esta disciplinada pareja.

«A Álvaro solamente le queda soltarse en la competición internacional de una olimpiada». Lidia juzga la carrera del llerenense, que a sus 23 años, acumula ya dos presencias en Juegos Olímpicos. «Sé que es capaz de hacer algo grande». La atleta cree ciegamente en la fortaleza mental y física de su novio, una combinación que hizo que, con 17 años, ya lograra clasificarse para los Juegos de Londres en 2012. Puede que su historial le sitúe en la misma cima entre los deportistas extremeños del momento.

Lidia ya sabe lo que es ir a Llerena. Lo ha hecho varios años consecutivos, «en el último sin estar Álvaro». La razón es bien sencilla: acudía a una finca de un familiar en Higuera de Llerena, distante a unos 10 kilómetros de la localidad natal de su pareja. Y cuando ha ido ha sido especialmente bien recibida. «Una vez fui a entrenar y yo pensaba que no me conocía nadie, porque además no estaba Álvaro, pero mucha gente se quería hacer fotos conmigo», relata rememorando el momento sorpresa que vivió.

«Ya veremos. Aún no lo tengo muy claro». La respuesta es literalmente exacta en los dos cuando se les cuestiona sobre a qué especialidad piensan dedicarse cuando terminen sus respectivas carreras, la deportiva o la académica, ya que saben que el atletismo no invita al profesionalismo. Ella se inclina, sin ser fijo, por la traumatología; él, por la «medicación de resolución de conflictos internacionales». Sobre ello, cuando se le cuestiona sobre Cataluña, acota: «no no, a mí me gustaría mediar «en sitios lejanos». A continuación sonríe.

En el horizonte, la Copa del Mundo de China. Puede que Lidia no tenga que gastar esta vez parte de los ahorros en el viaje. «A ver si estamos al final los dos en la selección», añade el atleta extremeño. «Él irá seguro; yo ya veremos...». Ella, en realidad, muestra algo más de inseguridad, y lo asume, pero su progresión la desmiente. Y ambos saben que volverán a coincidir en carreras en las que los dos estarán peleando por ser los mejores.