Hungría dejó de ser un dulce recuerdo para convertirse en una pesadilla. Aquella imagen del primer triunfo de Fernando Alonso se desvaneció ayer y, por un día, el asturiano revivió su época en Minardi, olvidado en la cola del pelotón, doblado por otros pilotos, sin posibilidad de progresar.

Asfixiado entre los más lentos y sin oportunidad de llegar a la zona de puntos, tan sólo pudo acceder a una undécima plaza que ya había olvidado desde un lejano Japón 2001. Y en sus peores sueños siempre aparece el mismo rostro siniestro, el de Ralf Schumacher. Un toque con el alemán en la primera curva acabó con el alerón delantero del R25 desintegrado. La parada en boxes para la sustitución inició el calvario. Sólo alguna noticia sobre los coches de cabeza podía enderezar el día, pero ni eso. Aún peor.

ROMPIO MONTOYA Rompió un McLaren, es verdad, pero el menos indicado, el de Juan Pablo Montoya, sirviendo así en bandeja el triunfo a Kimi Raikkonen, que recorta 10 puntos de un plumazo (87 a 61). Pero Hungaroring fue sólo eso, una pesadilla. Cuando Alonso se despierte hoy al sol de alguna idílica playa comprobará que el Mundial sigue en su mano porque aún mantiene 26 puntos de ventaja, dos más que al inicio de julio.

Kimi Raikkonen era la única preocupación de Alonso. Su objetivo fue pegarse al finlandés en la salida. Partía sexto en la parrilla y debía adelantar a los dos Toyota y acercarse al finlandés y a los dos de cabeza, Montoya y Michael Schumacher. Pero, una vez más, Ralf Schumacher se cruzó en el camino del ovetense. El alemán mantuvo su trayectoria hasta que vio a Alonso a su altura. Entonces se pasó en la apurada de frenada de la primera curva y metió su Toyota hacía el interior sin miramientos. Alonso intentó evitarlo, pero la rueda del Toyota golpeó su bigotera.

Dos curvas más tarde, el alerón se desprendió dañando el suelo aerodinámico y el pontón izquierdo. Alonso entró en el box para la reparación mientras la pieza aerodinámica del Renault volaba peligrosamente por la pista hasta impactar de forma violenta contra el Red Bull de David Coulthard. Así que el asturiano comenzó la segunda vuelta desde su box, con un nuevo alerón, pero con su coche un segundo más lento por los desperfectos aerodinámicos.

Se reincorporó a la pista en el penúltimo lugar, sólo por delante del Jordan de Monteiro. Con los dos Red Bull fuera de carrera (Klien salió volando en la primera curva tras tocarse con Villeneuve), Alonso tenía 16 coches por delante, demasiados obstáculos para el dañado Renault en un circuito ratonero.

Alonso supo entonces que era imposible llegar a los puntos. Su objetivo se redujo únicamente a finalizar lo más arriba posible. Mientras Raikkonen se encaminaba hacia la victoria final.