Con la posibilidad de cerrar su pase a cuartos, España y Suecia se ven hoy las caras en Innsbruck. Un triunfo abriría virtualmente las puertas de la siguiente fase --y de forma matemática si Grecia y Rusia empataran en el otro partido--, la frontera maldita que la selección quiere traspasar de una vez por todas.

Será el tercer cara a cara con los suecos. Los dos anteriores fueron en la fase de clasificación y el primero significó en Estocolmo el aviso definitivo de que la tragedia se precipitaba sobre la selección. El segundo, once meses después en el Bernabéu, supuso la culminación de la transformación necesaria para que el grupo dirigido por Luis Aragonés recuperase credibilidad a través del desarrollo de un virtuoso ideario que derivó en un rondo sin fin a los nórdicos, que se quedaron con cara de tontos viendo cómo España salía disparada hacia Austria.

Ni una cosa ni otra. Es muy improbable que Suecia se deje zarandear de aquella manera y más aún que España se descuide de forma tan lamentable como hizo en la capital sueca para recibir su segunda derrota consecutiva, la que acabó de hacer saltar todas las alarmas. Desde entonces, la roja no ha pegado más petardazo que en un amistoso contra Rumanía. Su progresión ha sido constante hasta ganarse nuevamente el respeto de todos e infundir en la mayoría un razonable temor después de la goleada a Rusia.

ESTILOS OPUESTOS También es perfectamente descartable que los suecos vayan a tomar la iniciativa en lo que se presenta como un duelo que simboliza el antagonismo de dos estilos radicalmente opuestos. El toque nunca ha sido la tarjeta de presentación de un grupo mucho más atlético que el español, con el añadido, eso sí, de la clase de un tal Ibrahimovic, que dejó su sello de crack en el primer gol ante Grecia para despejar un choque que el campeón de Europa pretendió blindar con la lejana esperanza de acercarse a lo que logró en Portugal hace cuatro años.

Lo de esta tarde no tendrá nada que ver. Suecia cederá gustoso el peso del juego a España, que estará obligada a tener la iniciativa al tiempo que a no distraerse para evitar el despliegue de un rival especialmente dotado para el contrataque. Lo mismo se decía de Rusia y fue España la que tuvo que echar mano del factor sorpresa para abrirse paso en el primer asalto del torneo. En el caso de Suecia hay que desterrar de antemano que intenten de entrada cambiar el paso de los de Aragonés, como hicieron durante los primeros 20 minutos los rusos, a los que

condenó su tibieza defensiva.Si Aragonés ha estado tentadode sentar a un delantero paravolveral guión de los cuatro jugonesen el centro del campo,que fue con el que desnudó aSuecia en su último enfrentamiento,ha optado finalmenteporno tocarlo que funcionó elpasado martes. Mejor para FernandoTorres, que pasó un malrato después del desplante quehizo al seleccionadortr as su sustituciónporCesc en el encuentrocontra Rusia. Mejor tambiénpara la selección, que no debepermitirse el lujo de prescindirde un atacante como el del Liverpooly que se hubiera visto sacudidapor un terremoto de consecuenciasimprevisibles.

Luis ha repetido que teme elfútbol a la contr a de Suecia y hahecho especial hincapié en mantenerelorden defensivo, con especialincidencia en que Sennano pierda el sitio por delante dela zaga y que las subidas de loslaterales no den lugar a desequilibriosmuy peligrosos. En esesentido, resulta llamativo el desconciertode Ramos, a quienunas veces reconviene por subirdemasiado y otras por lo contrario.Por lo demás, hay que esperarque Xavi siga enchufado.