No se había olvidado de ganar, se había olvidado de disfrutar. No se había olvidado de cómo hay que correr para ganar un Gran Premio entre los reyes, se había olvidado de lo que era pilotar una moto que durase toda la carrera y que, al final, le permitiese, incluso, el placer de no forzar el ritmo e ir mirando al público mientras enlazas una curva detrás de otra y disfrutas del placer de hacer feliz a 101.048 espectadores.

Dani Pedrosa (Honda) rompió ayer con la peor racha de su gloriosa carrera deportiva cuyo último escalón, el más difícil, está aún por llegar. Pedrosa llevaba 378 días sin ganar, lo nunca visto en un joven que ayer, curiosamente, consiguió la victoria número 26 de su palmarés. ¡Justo su número de la suerte!, el que luce en su carenado desde que Alberto Puig lo convirtió en su mejor apuesta con apenas 13 años. Durante 17 grandes premios, Pedrosa hizo lo que pudo y más. Lo intentó todo, absolutamente todo, pero solo logró subirse al podio en siete ocasiones.

Pedrosa no solo dejó boquiabiertos ayer a 101.048 motards, procedentes de toda Europa, sino que generó la admiración del mismísimo Masumi Hamane, el presidente de Honda Racing Corporation (HRC).

Para que no hubiese dudas, Pedrosa dominó desde la primera a la última vuelta. Nunca dejó de ser el líder del Gran Premio de Alemania. Nunca. Bueno, sí, lo fue durante 255 metros en la tercera de las 30 vueltas que se dieron a Sachsenring. Casey Stoner (Ducati) se atrevió a adelantarle en la cuarta curva del trazado y Pedrosa lo fulminó pocos metros después.

VICTORIA RECORD Fue tan rápido Pedrosa, tan hábil, tan poderoso, tan eficaz, tan dictador, que no permitió que nadie corriese más que él. Ni al principio ni al final. Logró, claro, la vuelta rápida de la carrera y, al final, pese a rodar sin forzar los últimos cinco giros, obtuvo la mayor diferencia en seco de la era MotoGP. En los últimos cinco años, nunca antes ganó nadie por más de 13.166 segundos con respecto al segundo, que fue Loris Capirossi (Ducati).

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