El club no se movió en el mercado cuando aún podía hacerlo. Y cuando lo hizo tuvo un tino casi nulo, pues dos de sus tres refuerzos, Marcos Gallego y Diego Morgado, llegaron lesionados de sus respectivos clubs y apenas han jugado. Mauricio está aportando solidez en el centro del campo, pero no es un jugador desequilibrante. Llegó entonces una serie realmente negra de ocho derrotas consecutivas --desde la jornada 21 a la 28-- que llevaron al Cacereño primero al puesto de promoción y después al cuarteto del descenso directo. Fueron dos meses sin ganar en los que nada funcionó: una defensa insegura y un ataque en el que el porcentaje de ocasiones transformadas era ínfimo. El divorcio entre grada y entrenador era ya evidente.