Michael Phelps ha firmado un pacto con la historia. El joven de Baltimore selló la mejor actuación de un nadador en los Mundiales, con siete oros y cinco plusmarcas universales; a cambio, respetó la gesta de Mark Spitz en los Juegos de Múnich de 1972. Al menos de momento, hasta los Juegos de Pekín del 2008, donde tratará de destronar por fin a su compatriota. Una leyenda sucede a otra.

Estaba escrito que el relevo del 4x100 estilos supondría la séptima medalla de oro para Phelps, pero la historia tiene sus propios guionistas, y estos quisieron que la séptima no llegase hasta la final del 400 estilos. Los americanos, que tradicionalmente han dominado aquel relevo --ostentan el récord del mundo desde los Juegos de Atenas--, se pueden permitir el lujo incluso de reservar a su estrella para la final. Pero en las series sobrevino el desastre.

CROCKER, ENEMIGO EN CASA El relevo estadounidense nadaba en cabeza cuando le llegó el turno de lanzarse al agua a Ian Crocker. Y lo hizo cuatro centésimas antes de tiempo. El reglamento es permisivo, pero hasta cierto punto. Tres centésimas, concretamente. Descalificados.

EEUU no faltaba a esa final en un Mundial desde 1973. Ironías del destino, tuvo que ser Crocker, el rival más duro de Phelps --que le había arrebatado el oro 24 horas antes en la última brazada del 100 mariposa-- quien impidiera que el joven de Baltimore superase a Spitz. Los cuatro integrantes tenían la orden ser conservadores en el relevo, pero la ansiedad pudo con Crocker.

"El equipo estadounidense llega a los concursos unido y así es como nos vamos a ir. No todo puede ser perfecto", dijo Phelps, que evitó criticar a su colega, pese al pique que arrastran desde hace años. "No fue intencionado. Todos querían nadar y llevarnos a la final de la noche, esa era la meta, pero a veces resbalas y cometes un error", insistió.

INVICTO EN MELBOURNE De cualquier forma, el Expreso de Baltimore se va inmaculado de Melbourne. Solo dejó de ganar las pruebas que no nadó. Por la tarde se resarció de la decepción matutina arrasando en la final de los 400 estilos, que ganó con un nuevo y estratosférico récord del mundo (4.06.22 minutos), 2.04 segundos más rápido que el vigente, también en su posesión. "Era la última prueba y quería acabar fuerte. Sabía que iba a ser la más dura. Estaba muerto emocionalmente y casi también físicamente", declaró. La rabia le espoleó y no tuvo problemas para conseguir el séptimo oro en el campeonato --superó los seis de Ian Thorpe del 2001 en Fukuoka-- y el 17º en los cuatro Mundiales que ha disputado. De hecho, Phelps tuvo tres segundos para ver su plusmarca universal en el marcador hasta que llegó el segundo clasificado.

QUINTO TITULO DE LENTON Poco después de que el estadounidense finalizase su participación, la afición del Rod Laver Arena disfrutó del quinto título mundial de la australiana Lisbeth Lenton. Libby, nueva reina de la velocidad, se impuso ayer en los 50 metros libre, como ya había hecho en el 100 libre, 100 mariposa, 4x100 libre y 4x100 estilos. Sin embargo, la Federación Internacional de Natación nombró mejor nadadora de los Mundiales a Laure Manaudou (dos oros, dos platas y un bronce).

Phelps obtuvo la misma distinción que la francesa en categoría masculina. De hecho, EEUU fue el gran triunfador de los Mundiales, al llevarse la mitad de los títulos en juego: 21, con 12 récords del mundo incluidos. Australia se llevó nueve oros, ocho de ellos de sus nadadoras. Melbourne puede presumir de los 14 récords del mundo batidos (y uno igualado) en sus Mundiales. Solo el presunto positivo de Thorpe y la agresión sufrida por Kateryna Zubkova a manos de su padre y entrenador empañaron los campeonatos mundiales.