"¿Cambiamos el motor o salimos con éste?" Esa era la pregunta que se hacían Fernando Alonso y sus ingenieros antes de la carrera. Así de crudas estaban las cosas en Renault durante la mañana, en realidad, durante todo el fin de semana, después de que el abrasador calor de Bahrain hubiera dañado el propulsor. En Sakhir comenzó la guerra psicológica con Ferrari, la ocultación de información. "He hablado con los ingenieros y el coche está perfecto para San Marino", dijo entonces el asturiano. Nadie debía enterarse de las dificultades. Y menos en Imola.

Por eso dio tan pocas vueltas el viernes, por eso apenas rodó el sábado. "Creemos que es la mejor estrategia", mantenía con teatralidad el ovetense, que se negaba a dar pistas al rival, que se había gastado millones y millones de pesetas en mejorar, con motor, neumáticos, aceite y electrónica nuevos, su F-2005.

Una maniobra muy sucia

Cuando empezó el espectáculo, Giancarlo Fisichella se derrumbó en Renault, protagonizando otro fin de semana para olvidar. Y en Ferrari, ¡sorpresa!, quien cayó fue Michael Schumacher. El heptacampeón se pasó de frenada en la segunda manga de calificación, en la bajada de Rivazza, poco antes de meta. Salía justo antes de Alonso y, tras su error, no se dio prisa en volver al box. Su intención era distraer a Alonso en su vuelta rápida. Hacerle dudar, distraerle. Un perro viejo como Schumi sabe aprovechar el reglamento para fastidiar.

No le sirvió de nada, como tampoco su gran coche ni su talento y veteranía, para adelantar a Alonso en la 10 últimas vueltas. El asturiano se vio indefenso con un motor a punto de romperse, tanto que desde el box le ordenaron limitar el régimen de giro a sólo 16.000 vueltas, cuando normalmente puede llegar a las 18.800. Y Schumacher remontando a un ritmo endiablado, dos segundos más rápido por vuelta. Hasta que llegó a su alerón trasero. El esperado duelo sorprendió a Alonso desarmado. Pero no se rindió. Sentía a todo un país animándole en 10 vueltas eternas y casi podía a ver a su mejor amigo, Alejandro, en la grada por primera vez. Tuvo que esperar a su luna de miel para acudir a una carrera.

"No te acerques a Heidfeld", le dijeron desde el box después de haber visto como Schumacher se comía a Button aprovechando el adelantamiento a un doblado. Y aquel motor que no subía de 16.000 vueltas y Schumacher, detrás, con un coche dos segundos más rápido. "Si no fuera piloto, hubiese sido mago", suele decir el ovetense mientras hace trucos con monedas o cartas. Y entonces sacó un pañuelo negro y escondió a Schumacher todos los huecos por los que podía adelantarle.

Declaraciones

"Si hoy Michael sale más adelante, habría ganado de calle. Kimi Raikkonen se estaba yendo cuando rompió. La verdad es que hoy por hoy hay un porcentaje muy bajo de posibilidades de ganar en Barcelona", afirmó Alonso.

En su comparecencia ante los medios, el asturiano incluso reconoció que este año está teniendo mucha suerte: "Estoy teniendo la suerte que me faltó el año pasado, cuando se me criticaba mucho. Pero ahora tengo fortuna y se me alaba. Soñaba con estar en el podio, pero en ningún momento pensé que iba a conseguir la tercera victoria consecutiva. Así que por todo ello la alegría es enorme. Esta victoria es la que mejor gusto me deja por la sorpresa que significa hacerlo en unas condiciones como éstas", agregó.