Llevo desde el pasado verano, cuando se conformó el ‘mapa’ baloncestístico de la temporada, con ganas de comentar un fenómeno para mí inexplicable en Extremadura.

Y es que me parece realmente nocivo que en una ciudad como Plasencia haya dos equipos en categoría nacional, uno en la LEB Plata y otro en la EBA. Este fin de semana, en el que han ganado los dos, es bueno para proclamarlo a los cuatro vientos: ¿por qué no unir fuerzas?

Me dirán desde Plasencia que los dos proyectos tienen filosofías distintas, pero hay un mal de fondo evidente: durante años, la capital del Jerte, baloncestística por antonomasia, ha caminado por el desierto hasta su resurrección, la pasada campaña, en la LEB Plata, tercera categoría en el escalafón. Una buena división para el Extremadura Plasencia, que en su día estuvo más arriba y que, recordemos todos con infinito gusto, que incluso estuvo muy cerca del ascenso a la ACB con aquel equipo de aquel maravilloso Nico Gianella.

Por todo ello me resulta una pérdida de papeles contar con dos clubs. Ya sé que hay egos que alimentar y que puede que haya gente descolocada de aquellos tiempos de gloria, pero no parece ni mucho menos de recibo gastar el doble de fuerzas y, lo que es peor, más dinero en dos proyectos con nombre distinto pero con apellido igual, esto es, Plasencia.

En los tiempos que corren, y más con el basket de élite encrisis, habría que aunar voluntades y separar choque de personalismos. ¿No consideran una aberración impropia de los tiempos que corran que suceda que en una misma ciudad jueguen dos equipos a la vez? A mí desde luego que sí, aunque ahora alguno me venga diciendo que son clubs de índole privada.

En Plasencia hay una tradicional gran afición al baloncesto. Pues disfruten, hombre, y no dividan. Unan fuerzas, no se peguen cabezazos.