Cada mes de noviembre juegan con los delfines en las transparentes aguas de Curaçao. Van con sus amigos y se divierten como chiquillos. El único peaje que deben pagar Contador y Schleck es participar en la Amstel Curaçao Race e intentar ganarla. Tan solo eso. El resto de la semana es para divertirse. Allí nació la amistad que una avería provocada por un error a la hora de cambiar de desarrollo estuvo a punto de romper.

En un Tour 2010 que no está siendo por ahora proclive a ataques legendarios, la polémica ha quedado servida cuando Contador pasó a la ofensiva aprovechando la avería de su máximo rival. El ciclista español atacó a conciencia. Era su obligación. Lo hizo cuando observó un extraño en la bici de Schleck, el lunes, a dos kilómetros de coronar el puerto de Balès. La carrera estaba lanzada y habría sido un escándalo que el líder del Astana se hubiese parado a esperar a su contrincante. Sin embargo, el público francés que se encontraba en la meta de Bagnères no lo entendió así y pitó a Contador cuando se le colocaba el jersey amarillo en el podio. Este mismo episodio se repitió ayer en Pau, donde ayer ganó Fedrigo.

DISCULPAS ACEPTADAS El lunes por la noche, el conjunto Astana pernoctó en Vaquèira. Contador se conectó a internet y comenzó a leer en los foros especializados, en su Twitter, en su Facebook y en páginas de la prensa internacional críticas desmesuradas, muchas fuera de tono, contra su ataque en Balès.

Por esa razón, poco antes de medianoche, grabó un vídeo en el que afirmó que su ataque no fue correcto y se disculpó con su amigo Schleck, al que llamó por teléfono. Este cambio de opinión solo tenía un objetivo: calmar a la opinión pública internacional, a pesar de que excorredores franceses de peso como Hinault y Poulidor aplaudieron su acción en Balès. Incluso su exdirector y ahora técnico del RadioShack de Lance Armstrong, Johan Bruyneel, se decantó en favor de su excorredor.

El ataque de Contador no fue un error. En cambio, sí lo fue reconocer que cuando demarró no se percató de la avería de Schleck y mucho más la disculpa nocturna. "Lo que hice no va conmigo. Tengo una gran relación con Schleck y no quiero que se rompa. Hemos hablado en carrera y no permitiremos que se destroce la amistad".

Buenas intenciones, como las de Schleck, que al finalizar la etapa cogió el micrófono. Miró a la cámara de la televisión francesa y dirigiéndose a los aficionados locales les imploró: "¡Dejad de silbar a Contador!". El jersey amarillo, que estaba junto a él, también le respondió públicamente: "Andy, te lo agradezco". Amigos para siempre. Pero el ciclismo que se ha visto siempre, siempre hasta que a Ullrich le dio por esperar a Armstrong en las cuestas de Luz Ardiden cuando el tejano se estampó contra el suelo al tropezar con Iban Mayo, al que se le había enganchado una ikurriña en la rueda, era distinto a un equivocado concepto de fair play. En aquella etapa, año 2003, Ullrich levantó el pie. ¿Y como se lo agradeció el tejano? Pues atacándole al enlazar y ganando, donde comenzó a labrar su cuarta victoria en París.

Ayer mismo, Robert Gesink, sexto de la general, pinchó a falta de 10 kilómetros para la meta de Pau. ¿Se paró el pelotón? No lo hicieron ni sus compañeros del Rabobank. Se buscó la vida para enlazar solo. Menos mal que mañana aparece en escena el Tourmalet para poner las cosas en su sitio. H