Harto de que su intervencionismo le explote en la cara y permantemente aparezca como el malo de la película, Ramírez Morán opta por romper la baraja. Ha querido volver a maniobrar en el consejo azulgrana y se ha encontrado con la negativa de los que él mismo colocó al frente de los destinos del Extremadura. Aunque pregone a los cuatro vientos que ha perdido la confianza en ellos y que han de abandonar la entidad la respuesta es la misma. Aquellos polvos han traido estos lodos. Ahora los Juanito y compañía, vaya con la compañía, se sienten legitimados y se aferran al sillón. Reconoce errores el edil y asume decepciones y fracasos, mejor la autocrítica que el manoseado sostenella y no enmendalla. Sobre todo porque lo que está en juego es el futuro del Extremadura y quienes han de velar por esos 80 años de historia son sus accionistas.

Al ayuntamiento no le han quedado ganas de intervencionismo y advienten que quieren vender las acciones. Quizás un ejercicio de responsabilidad aconsejaría hacerlo cuando se alcance algo de estabilidad.

*Periodista.