La mayoría de asientos del palco asignado a los invitados de Juan Martín del Potro en el Abierto de Estados Unidos han estado vacíos durante las dos semanas de la competición que el pibe , Palito , el enano , culminó de forma magistral el lunes haciendo de barro al tantas veces endiosado Roger Federer. No viajaron hasta Nueva York ni sus padres, Daniel y Patricia, un veterinario y una maestra; ni Julieta, Juli, su hermana y confidente. Tampoco los abuelos; ni los amigos de San José, el colegio donde estudió en Tandil (una ciudad de 130.000 habitantes en la provincia de Buenos Aires); ni los del club Independiente, donde Del Potro forjó su impresionante derecha, trabajó su servicio y mejoró un tenis que lucha contra las limitaciones de sus 198 centímetros de altura.

Pocos anticipaban que el ahora ya número 5 del mundo fuera a alcanzar su primera final de Grand Slam. Menos aún que, a sus 20 años, fuera a lograr lo que ni Hewitt ni Agassi ni Roddick ni Djokovic ni Murray habían intentado los cinco años anteriores en Flushing Meadows: ganar esa final, y hacerlo frente a Federer.

No muchos podían predecir tal momento hace poco más de un año, cuando Delpo --otro apodo--, que había batido varios récords como júnior, ocupaba el puesto 65 mundial. Pero el tenista se empeñó en soñar. Y el lunes, tras 4 horas y 6 minutos de juego, "se acabó. El sueño se hizo realidad".

Tras un partido que arrancó nervioso, que remontó en el segundo set (2-4 en contra), que volvió a poner en riesgo en el tercero cediéndolo con dos dobles faltas seguidas, que estuvo a punto de dejar escapar en el cuarto (cuando el suizo llegó a estar a dos puntos del título, 5-4 y 15-30) y que sentenció con un contundente 6-2 en su tercera bola de partido en el quinto, Del Potro se tiró al suelo y lloró. Esta vez no hizo, como suele, la señal de la cruz y la vista al cielo como recuerdo a otra hermana suya que falleció cuando él era un niño en accidente de carretera. Pero el sentimiento estaba allí.

Con él, como cuando ganó a Rafael Nadal en semifinales (convirtiéndose en el único jugador en ganar al mallorquín y a Federer en el mismo grande), como siempre sí estaba Franco Davín, el mismo entrenador que llevó a Gastón Gaudio hasta ganar Roland Garros (2004). Y, desde la distancia, todo un país pegado al televisor y entregado al nacimiento de su nuevo ídolo deportivo, al que Tandil ya ha nombrado "embajador deportivo", al que Argentina espera con ganas de fiesta y celebración y al que algunos se han atrevido a bautizar como "el nuevo Maradona".

1,25 millones

Incluso David Nalbandián, el colega con el que dejo de hablarse tras tener un sonado enfrentamiento verbal que casi llega a las manos en el vestuario por jugar el Masters en Shanghai en vez de quedarse preparándose para una Copa Davis en la que acabarían perdiendo con España, se ha deshecho en elogios.

Con todo eso, un coche nuevo y un cheque por más de 1,25 millones de euros, se entiende que Del Potro sienta ahora que "todo es perfecto. Demasiado como para creerlo, demasiado como para entenderlo. "Quizá mañana, quizá la semana que viene", decía ayer tras una noche de celebración con su equipo y tras una ronda por platós de televisión y una sesión fotográfica en el Empire State. Y aunque aún le quedan cumbres por conquistar, en Nueva York, para siempre ya en la historia está en lo más alto.