Es imposible mantener cada día la máxima intensidad. Y más en los afortunados tiempos que ahora corren por las venas del pelotón. Por eso, es necesario en las carreras de tres semanas, llámese Vuelta, como ahora, o Tour, o Giro, buscar jornadas de tregua. Son días en los que se autorizan fugas sin peligro para la general y en la que los equipos de los velocistas toman las riendas en los últimos kilómetros.

Sin embargo, sucede en esta Vuelta, hasta ahora aliada a la belleza, que no hay ningún equipo de esprínters con el coraje y las fuerzas necesarias para imponer un cerrojo en el pelotón. El Columbia que respaldó a Mark Cavendish en los cinco triunfos del Tour no se parece ni por asombro al que ha acudido a la Vuelta. El británico se mostró muy desprotegido el domingo en Marbella. Ayer, en Lorca, sucedió lo mismo. Sin gregarios que lo lanzaran, tuvo que actuar en solitario. Fue superado en los últimos metros por el estadounidense Tyler Farrar y también por Koldo Fernández de Larrea, que ocupó la segunda plaza.

Mucho más serenos y moderados se mostraron las figuras de la ronda española, los que pelean por la general, que ayer no sufrió cambio alguno con el corredor belga Philippe Gilbert instalado en la primera plaza y con Igor Antón y Purito Rodríguez pisándole los talones.

Hoy vuelve la actividad en la llegada a la Murcia del ausente Alejandro Valverde, vencedor hace un año. A pocos kilómetros --18-- aparece la subida a La Cresta del Gallo, otro toque de distinción de la ronda española, vitamina contra el aburrimiento.