Corría el minuto y medio de juego cuando asomó Félix Campo en el palco del Príncipe Felipe. Voces en contra y la reprobación general fueron el recibimiento al mandamás del Cacereño. Parecía nervioso y con la respiración entrecortada, pero el brazo de su buen amigo Juan Ojalvo y la escasa presencia de aficionados hicieron volver pronto a la calma al empresario salmantino, que cinco minutos más tarde encendía uno de sus clásicos habanos.

Momentos antes, medio centenar de aficionados se concentraba ante las puertas de tribuna con pancartas alusivas al presidente, aunque sin excesiva convicción. "Félix Campo, vete ya y devuelve el club a la ciudad", rezaba una. "Nuestro orgullo, los colores. Vuestro interés, el sucio dinero", afirmaba otra. Además, cánticos y algún insulto, aunque sin que los acontecimientos pasaran a mayores. Según Angel Rolo, circunstancial portavoz de la plataforma anti-Campo , "no se puede hacer mucho más. Sabíamos que no iba a venir mucha gente, pero tampoco podemos quedarnos sin hacer nada. Se está llevando el dinero y el equipo cada vez está en peor situación. Entre todos deberíamos poner remedio a todo lo que está pasando", aseguró.