El sevillismo, incluso el beticismo y todo el fútbol español, siguen con mucha atención e inquietud la evolución de Antonio Puerta, el futbolista del Sevilla que se desvaneció a la media hora del partido ante el Getafe y que estuvo a punto de perder la vida, como reconoció su presidente, José María del Nido. "Tuvimos miedo, mucho miedo, por la vida del jugador", dijo.

Tras unos momentos de pánico en el césped, otro en el vestuario y un tercero, el más grave, en el viaje de la ambulancia a la uci del hospital Virgen del Rocío, el canterano seguía ayer "bajo sedación, conectado a ventilación mecánica y con inestabilidad hemodinámica", según el parte médico, que concluye que el jugador "sigue muy grave, aunque algo más estable".

El domingo fue muy duro para la familia del Sevilla. Puerta, aparentemente, abandonó el césped en condiciones más o menos normales tras sufrir una parada cardiorrespiratoria de la que salió, entre otras cosas, gracias a la inmediata actuación de su compañero Dragutinovic (que impidió que se tragara la lengua), pero luego sufrió otro episodio idéntico en el vestuario.

LLANTOS Y SUPLICAS El Sánchez Pizjuán no cuenta con ningún desfibrilador (sí ocurre en otros campos, como San Mamés o el Ruiz de Lopera) y Puerta tuvo que ser evacuado inmediatamente a un hospital mientras su madre, desorientada y víctima del pánico, intentaba dejar el estadio casi a trompicones, preguntando insistentemente por su hijo sin que nadie acertase a responderle.

Lo peor ocurrió cuando la ambulancia, que ni siquiera era una uci móvil, llegó al hospital. Puerta padeció allí la parada cardiorrespiratoria más grave de todas, pero por suerte llegó a la uci y los médicos lograron estabilizarle, al menos temporalmente. En total, el jugador sufrió nueve paros.

El futbolista, que ya había sufrido desvanecimientos durante el partido del Centenario del Badajoz y el día de su reciente renovación, el 25 de junio, pasó el domingo inconsciente, sedado por los galenos. Arropado siempre por su familia y su agente, Jesús Rodríguez de Moya, el fino zurdo sevillista recibió la visita de Del Nido, Juande y la gran mayoría de sus compañeros. Por allí desfilaron Jesús Navas, Jesuli, Fernando Sales, Maresca y Javi Navarro, que al no poder jugar el sábado por sanción fue el primero en llegar al centro sanitario.

Ninguno quiso hacer declaraciones ni explicar cómo había visto a su colega y amigo, pero en cada uno de los rostros se advertía la gravedad de la situación ante la situación del joven futbolista internacional.

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