De la noche a la mañana, Sulaiman Al Fahim se ha convertido en una celebridad internacional. Su rostro regordete, medio cubierto por una barba rala y oscura, se ha asomado a las páginas de los diarios y televisiones del mundo. Al Fahim, un multimillonario de 31 años, ha sido el representante del grupo inversor árabe que ha adquirido el Manchester City.

Al hombre al que apodan el Donald Trump de Abu Dabi le encanta la publicidad y no pierde la oportunidad de fotografiarse con celebridades del cine, como Demi Moore o Charlie Sheen. El mundo del espectáculo le atrae y en su país es bien conocido por haber creado su propio reality show , en una versión adaptada de El aprendiz.

Para Al Fahim, la adquisición del club inglés viene a compensar un sueño de infancia, cuando quería ser futbolista aunque lo que de verdad se le daba bien era el ajedrez y los negocios, en los que comenzó siendo adolescente de 11 años, con el dinero que le prestaron sus padres. Desde entonces, su firma, Hydra, ha creado un imperio inmobiliario en el Golfo y más países.

Al Fahim ha dejado claro que el dinero pagado por el Manchester City no ha salido de su bolsillo. El hombre fuerte de la operación es el jeque Mansur bin Zayed al Nayan, miembro de la familia real, que lo controla todo. La rivalidad entre los Emiratos explicaría, según algunos observadores, la compra del City. Entre las casas reinantes de Abu Dabi (los Nahyans) y de Dubái (los Maktoums) siempre ha habido un gran afán competitivo que en tiempos se resolvía con partida de caza empleando el arte de la cetrería.

Desde el descubrimiento del petróleo en los Emiratos en 1958, Dubái ha brillado más, logrando atraer a celebridades y grandes acontecimientos deportivos. Sus representantes llevan mucho tiempo tratando de hacerse con el Liverpool, algo en lo que persisten y probablemente logren cuando sus actuales propietarios americanos se cansen de perder dinero. Pero de momento, los rivales de Abu Dabi les adelantan.