Pese a sentirse un país «humillado», Rusia no boicoteará los Juegos Olímpicos de Invierno que se disputarán en Pyeongchang (Corea del Sur) del 9 al 25 de febrero próximos. Esa al menos es la determinación mostrada ayer por el presidente ruso, Vladímir Putin, que desestimó esa posibilidad, que comportaría un apartamiento del movimiento olímpico al menos por espacio de dos ciclos olímpicos (ocho años).

«Nosotros, sin lugar a dudas, no declararemos ningún boicot ni impediremos que nuestros deportistas olímpicos participen, si alguno de ellos quiere competir a título individual», aseguró el jefe del Kremlin, después de casi 24 horas de incertidumbre desde que el Comité Olímpico Internacional (COI) decidiera el martes excluir al equipo ruso de los próximos Juegos al dar credibilidad a varios informes que denuncian la existencia de un programa estatal de encubrimiento del dopaje, que llegó a su máxima expresión en los Juegos de Invierno de Sochi (Rusia) del 2014. Un total de 25 casos positivos de deportistas rusos fueron detectados con posterioridad a aquellos Juegos, que comportaron la pérdida de 11 de las 33 medallas conseguidas por el equipo anfitrión.

Putin, un gran aficionado al esquí, aseguró que conoce deportistas que llevan «toda su carrera» entrenando para participar en unos Juegos. «Partiendo de eso, por supuesto no prohibiremos a nadie participar, ni crearemos las condiciones que hagan imposible su participación», aseguró el presidente ruso. El COI dejó abierta la posibilidad de que los deportistas rusos considerados limpios de la lacra del dopaje puedan participar a título individual, bajo la bandera olímpica y en un equipo neutral. Esa prohibición de la bandera y el himno rusos han sentado muy mal en Rusia, que lo considera una «humillación» y «una sanción sin precedentes» en la historia de los Juegos Olímpicos.

Los diputados rusos se apresuraron a pedir el boicot, ya que consideran «inadmisible» la decisión del COI.