Si Rafael Nadal hubiera necesitado ayer recurrir a una marcha, o dos, más para ganar la final de París, la hubiera encontrado. Fue el Roland Garros que ganó con más autoridad y menos sufrimiento. Demostró ante Robin Soderling inteligencia, constancia, tranquilidad y estabilidad, sin dejar de lado su tradicional e insobornable espíritu de lucha.

Soderling se ha convertido en un Top 10 cualificadísimo, un jugador temible en casi todos los casos. Pero las finales de torneos tan grandes como el de París le vienen grandes. Ayer vimos un partido muy similar al de hace 12 meses. El sueco estuvo muy lejos de tener posibilidades de ganar el encuentro. Para hacerlo, debía estar muy fino con su servicio, y la verdad es que logró muy pocos puntos con él. Y no es que las cosas se le pusieran muy complicadas desde el principio. De hecho, gozó de las primeras bolas de rotura tanto en el primer set como en el segundo. Pero le falta un punto, un peldaño más, para las finales de Grand Slam.

Lo mejor de Nadal ayer fue su constancia y creer siempre en sí mismo. No tuvo dudas. Rafa ganó con inteligencia, constancia, tranquilidad, con un tenis muy estable. Necesitó muy pocos puntos épicos, de aquellos a los que nos tenía acostumbrados en los primeros años en el circuito, para doblegar la resistencia de Soderling. Y no es que Nadal no luche. Al contrario, lucha igual que siempre, pero ya no le hacen falta tantas exhibiciones. El rival sabe que, para ganarle un punto, debe tirar cuatro veces a las líneas, y esto es muy difícil. A Nadal lo veo muy maduro, con menos puntos de esos épicos que tanto gustan, pero con más constancia. Le bastó ayer con sacar un poco abierto, abrirse de derecha y ganar así puntos más fáciles con su mejor golpe. ¿Más aburrido? Quizá sí, pero esta comodidad es la mejor señal de que está jugando como nunca.

El futuro pinta muy bien. Y no solo en tierra, su territorio de referencia, en el que es el indiscutible rey. Mientras mantenga la ilusión y la motivación que tiene ahora mismo, veo muy difícil que pierda su reinado en tierra. ¿Por qué? Porque los demás, en vez de recortarle terreno, están cada vez más lejos. No veo que Djokovic, Murray o incluso Federer hayan recortado diferencia con respecto a un Nadal al que tendremos mucho tiempo como número uno. Tal como ha quedado planteado el año, Rafa lo tiene muy bien. La temporada pasada fue muy intermitente para él, y en cambio en esta ha superado todos sus resultados en tierra. Si no le hacen daño en pista rápida, será número 1 durante bastante tiempo.

Además, ahora va a llegar a la hierba en plenitud de forma, tanto de juego como anímicamente. Está capacitado para volver a ganar en Wimbledon. La única diferencia con respecto a Roland Garros es que, en este caso, no es el único favorito, sino uno de los cuatro o cinco. Que no es poco. Pero en hierba, además de Federer, Murray, Roddick o Djokovic, hay que contar con los grandes sacadores que, en un día inspirado, te pueden echar.