Los han provocado. Los han picado. Han puesto en cuestión su tarjeta de favoritos y ellos, ¡menudos dos!, han recogido el guante, han aceptado el reto y se han puesto manos a la obra. Alberto Puig y Dani Pedrosa, Dani Pedrosa y Alberto Puig, que es lo mismo, la misma cosa, el mismo proyecto, idéntico clan, dieron ayer, sin estar, dicen, al ciento por ciento, sin tener aún su nueva Honda por la mano, un golpe de efecto que podría estar marcando el camino por el que deambulará este Mundial: a la incontestable victoria en Qatar de Casey Stoner (Ducati), al espectacular debut de Jorge Lorenzo (Yamaha) en Doha y Jerez --dos poles y dos podios--, respondió ayer la diabólica pareja con una victoria arrolladora, de principio a fin, de tricampeón, de categoría, ante 131.536 apasionados motards .

Por si les faltaba algo, que no, para unirlos aún más en su destino, ser campeones del mundo de MotoGP --por eso Pedrosa no cuenta aún con una biografía, porque solo cree merecerla el día que se corone rey de reyes--, Pedrosa consiguió la única victoria que tenía su descubridor, su padrino, su maestro: triunfo absoluto en la categoría reina en Jerez, la meca del motociclismo mundial. Puig lo consiguió en 1995 y Pedrosa ayer, delante del mismísimo Valentino Rossi y de Lorenzo.

Ni que decir tiene que Pedrosa no hizo ni un gesto de felicidad extrema, absoluta. Un triunfo más, debió de pensar. Mientras, Stoner, el campeón, enmudecía en su box, sin que nadie se atreviese a dirigirle la palabra; Rossi celebraba su segundo puesto como si de una victoria se tratase y Lorenzo encajaba el golpe como lo que era, una auténtica venganza de Pedrosa.

Todo empezó con una confabulación entre maestro y discípulo, consistente en repetir la espectacular salida de Qatar. Luces apagadas y vuelo de Pedrosa. Visto y no visto. Pedrosa dejó a todos pasmados, sorprendidos y empezó a imprimir su pilotaje inmaculado que, vuelta a vuelta, le proporcionaba décimas, segundos, de ventaja sobre la jauría que le perseguía, en la que Rossi y Lorenzo no admitían compañía.

TRAMPA MOTIVADORA En el juego diabólico en el que Puig y Pedrosa han convertido su carrera hacia la victoria final, la única que les interesa --también Puig se limitó a vivir el sonado triunfo como si de una carrera de amigos se tratase--, el mánager del tri emplea cuantos trucos se le ocurre. Ayer decidió mostrar una pizarra engañosa a su chico cada vez que éste cruzaba la línea de meta y miraba al muro.

El letrero mentía descaradamente sobre la ventaja que Pedrosa iba acumulando con respecto al dúo Rossi-Lorenzo, de modo y manera que cuando Pedrosa había atesorado ya tres segundos (cosa que ocurrió en el ecuador de la carrera), Puig le decía que solo tenía uno. O poco más. Y, cuando faltando cinco vueltas acaparaba una renta suculenta de más de cuatro segundos, Puig le informaba de que Rossi estaba solo a dos. Así viven y disfrutan estos chicos. Así ganan. Así lideran, por vez primera, el Mundial de MotoGP, su única meta.

LORENZO DEBE OPERARSE Mientras 131.536 espectadores se sorprendían de que Pedrosa no enloqueciera --"de verdad, de verdad, que estoy feliz, muy contento", dijo para que la gente se lo creyese--, Stoner se encogía en su taller, Rossi invitaba a cava a los suyos y Lorenzo se reunía con los suyos para decidir si se opera o no. No es excusa de perdedor, ni mucho menos. Porque alguien que, en su año de debut, logra dos poles y dos podios seguidos, no puede considerarse perdedor. Es, simplemente, que en Qatar ya sufrió idéntica fatiga en los antebrazos y la tortura se repitió ayer, en Jerez. Se llama síndrome compartimental y consiste en el dolor que provocan en los brazos los músculos cuando, víctimas del esfuerzo desmesurado de sus dueños, oprimen la funda que los oprimen. Jerez disparó en ese sentido la alarma.

Victoriosos a su manera, Pedrosa y Lorenzo se han encaramado a la cima del Mundial de MotoGP separados solo por cinco puntos. Nunca antes dos españoles encabezaron semejante clasificación.