Se dejarán la piel y lo que haga falta. En el último paso del camino de Santiago, el Barça de Pep Guardiola se enfrenta hoy al Inter (20.45, Canal Extremadura Televisión) y al reto de defender la corona que luce desde Roma, en una de esas noches que dejarán huella y que, mucho antes de que el balón ruede, ha empezado a jugarse en la cabeza y el corazón de los culés.

Obligado a remontar un 3-1 frente al Inter del desafiante Mourinho, el campeón no estará solo. Jugará más acompañado que nunca, en un Camp Nou listo para devolverle a los suyos un poco de lo mucho que le han dado y llevarlos a Madrid.

Barcelona bulle y, con ella, todos los rincones que ha conquistado este equipo, que son muchos, y que hoy se vestirán con los colores azulgranas. Y todo en un ambiente de confianza inusual en la cultura culé, un signo más de la revolución que ha obrado este Barça. Privilegio, honor y felicidad. Tres palabras que parecen inadecuadas ante la trascendencia de la jornada pronunció ayer Pep Guardiola para restar dramatismo a la cita con el Inter. "No deja de ser un partido de fútbol", subrayó.

EN MANOS DE MESSI Un punto de naturalidad quiso aportar Guardiola a la segunda semifinal consecutiva que disputa. Solo pretende que el equipo juegue como sabe, apelando a esos sentimientos y al talento de sus hombres. En este sentido, un nombre surge por encima de todos: Leo Messi. Ahí dentro, en el vestuario, hay un sentimiento unánime. El partido está en sus manos. Lo sabe Leo, lo sabe Pep.

El delantero es el eje sobre el que pivota el éxito, y Guardiola anda dándole vueltas a la posición en la que le ubicará.

Hablaré mucho de nosotros y muy poco del Inter. La cuestión es que seamos nosotros mismos", añadió ayer, antes de concentrar a toda la plantilla. Incluso a Dmitro Chigrinskiy, que no está inscrito. Incluso al lesionado Andrés Iniesta, la primera imagen del anuncio que ha rodado la plantilla para estimular a la hinchada.

Aunque no juegue Iniesta, el héroe de Stamford Bridge, el hombre que abrió las puertas de Roma en el minuto 93, Guardiola espera ver el Barça de siempre. El campeón del mundo, pese a que Mourinho ironizara ayer sobre el presunto miedo del barcelonismo a perder. El equipo que sale desde el principio al ataque, que pretende adueñarse del balón y que se instala en la mitad de campo que defiende el adversario. En esta ocasión, más obligado que nunca. "Tenemos 90 minutos, no dos días", aclaró también Guardiola.

Mucho habló del Barça y muy poco del Inter para no entrar en el terreno de la confrontación. Ni con Mourinho, ni con la prensa italiana, que le interrogó por la movilización popular.

COMO VICTIMAS Pero el Inter de Mourinho ha adoptado rápidamente el papel de víctima, tan habitual como es en el fútbol italiano. Lejos de sentirse tranquilo por su ventaja --solamente ha perdido por 2-0 un partido, y fue el del Camp Nou--, prefiere enfocar el duelo desde el drama. Siempre dio más réditos de apelar al instinto de supervivencia que al de la valentía. Y de la valentía y la ambición ha hecho Guardiola el signo de identidad. También de la ilusión. "Siento un placer y una felicidad enorme por disputar la semifinal. Voy a disfrutar y quiero que los jugadores lo vean un privilegio".

Mientras, Mourinho manifestó ayer que, mientras para su equipo jugar la final de la Liga de Campeones en el Santiago Bernabéu es "un sueño", para el Barcelona es realmente "una obsesión". Mourinho cree que la diferencia entre una y otra palabra radica fundamentalmente en que, "el sueño es más puro" y que lo del Barça "no es un sueño, sino antimadridismo".